LNB · 04 de Diciembre de 2017
LNB · · Estudiantes (C)
Estudiantes: de casi fundirse por el básquet a ser finalista sudamericano
Conocé la historia del Verde: desde aquella aventura en los años 80 que terminó casi en el remate hasta el éxito actual. Cómo sus dirigentes aprendieron de los errores y hoy presentan un combo de club de barrio, pasional, pero muy bien gestionado que se traslada a lo deportivo. Opinan directivos, ex y actuales entrenadores y jugadores.
Por Julián Mozo
“Seguramente sin aquella aventura de los años 80 no tendríamos el éxito de hoy”.
Entre 1985 y 1989, Estudiantes de Concordia vivió un sueño: la llegada a la Liga B, el título de la segunda categoría en el 86 y las tres temporadas en la incipiente Liga Nacional. Todo terminó abruptamente, de la peor forma, pero aquellas memorias le dejaron un aprendizaje. Enrique Agosti recuerda escuchar los soñados partidos de su amado Estudiantes por una radio Noblex Carina que todavía conserva o viajar en micro desde Buenos Aires (donde estudiaba) hacia Concordia para poder estar presente en la cancha, en aquel momento de baldosas y sin techo... El principal directivo de la actualidad vivió esa experiencia desde afuera, como hincha, pero hoy comparte el equipo de trabajo con Mario Siebzenher, uno de los dos impulsores de la andanza en los 80. Yoyi, ocho años mayor que Agosti, rememora con mucho cariño aquella ilusión concretada, aunque nunca se olvida cómo terminó todo y lo que ese triste final les dejó para poder disfrutar en la actualidad. “Fuimos detrás de un sueño y lo logramos. Pero, la verdad, éramos amateurs, no estábamos preparados y el club se terminó fundiendo, abandonando el torneo a mitad de temporada. Pero aprendimos, hoy la premisa es ser ordenados y no hacer locuras”, resume. Así, con un combo que incluye pasión, sentido de pertenencia, experiencia y otro grado de profesionalismo, el Verde ya no sólo se sostiene en la Liga Nacional. Impacta y les juega de igual a los poderosos pese a tener uno de los presupuestos más bajos. Es más, en esta joven temporada fue más allá y trascendió las fronteras: en su primera participación internacional logró meterse en la final de la Liga Sudamericana (inicia este miércoles ante Guaros de Lara) y, a la vez, clasificarse a la Liga de las Américas 2018. Un éxito que tiene una historia detrás.
La aventura comenzó en el 84, cuando se generó la movida (y creación) de la Liga Nacional y se dio la apertura hacia el Interior. A Estudiantes lo invitaron a jugar para llegar a la Liga B y ascendió juntó a Rivadavia Junior. En el 85 jugó en esa segunda división, ganó el Hexagonal final y se metió nada menos que en la Liga Nacional. Todo fue muy rápido y Siebzenher no se puede olvidar cuando, con 24 años, pasó de ver a las figuras por TV a tenerlas en el living de su casa. “No sabés lo que fue encontrarme charlando con Choco Raffaelli, figura de Obras y la Selección. O con Gustavo Martín, que venía de Brasil. O con extranjeros como Joe Pace o un técnico como Guillemo Vecchio. Fue una aventura, de dos pibes caraduras, que querían tener un equipo de básquet y competir con los mejores del país”, recuerda. Justamente Choco toma la palabra y elogia a Yoyi, hoy su amigo, por el trabajo realizado a pulmón. “Si Estudiantes llegó y se mantuvo en la Liga, mucho fue gracias a Mario, un amante y entusiasta de este deporte que muy joven logró que Concordia tuviera un deporte profesional a nivel nacional. Yoyi llevó adelante un proyecto ambicioso con otros socios y amigos y hoy, 32 años después, no es casualidad que Mario sea uno de los cuatro responsables de que Concordia vuelva a tener básquet de primer nivel con muy buenos resultados pese a un presupuesto acotado”, resalta el hoy representante de jugadores.
Siebzenher recuerda cómo la efervescencia que vivió Concordia llegó a límites inimaginables. “La ciudad no tenía tradición, pero enseguida se revolucionó cuando vio a esas figuras, a los extranjeros caminando por la calle. En un partido contra Echagüe metimos 6.000 personas, con gente colgada de los techos. Y hasta tuvimos que cerrar un entrenamiento de los hinchas que se acercaban”, detalla. Yoyi cuenta que fueron a ver a León Najnudel, el creador de la Liga, que en ese momento estaba en Ferro. “Nos orientó. Se sorprendió con nuestras ideas y empuje, pero nos aconsejó con una frase que me quedó grabada: ‘vayan por la escalera, no por el ascensor’”, cuenta. No fue la única ayuda que tuvieron. Raffaelli acepta que él y otros nacionales importantes colaboraron en esa experiencia. “Sí, con la elección de jugadores y técnicos, para que se cumpliera el objetivo”, admite. Yoyi reconoce aquella colaboración. “Nos tenían que ayudar a convencer a otros jugadores, porque el club no tenía tradición”, dice. Y, a la vez, asegura que el club no estaba preparado en algunos sentidos. “Teníamos pasión y energía, éramos entusiastas, pero no teníamos cancha. Y jugábamos en piso de baldosa, sin techo… El profesionalismo, aunque diferente del actual, nos sobrepasó”, reconoce. Y cuenta cómo se sentía cuando, por caso, tuvo que ir a las reuniones de la AdC. “Me sentaba al lado de Héctor Kriscautzky, Orlando Butta, dirigentes famosos de Bahía… Me parecía que era una película de Hollywood”, compara hoy entre risas.
Sin embargo, pese a los déficits que detalla, Mario cree que “estuvimos a la altura”. Y Choco divide aquella etapa en dos. “Los primeros tres años los llevaron muy bien porque la dirigencia era seria y se había comprometido económicamente. Luego, cuando estos socios se empezaron a perder por diferentes motivos, fue imposible seguir con el equipo y los protagonistas se terminaron yendo a otros equipos”, rememora. Esteban de la Fuente comenzaba su carrera y llegó a Concordia a préstamo, desde River, en un pase que terminó desatando un papelón. Así lo recuerda. “Deportivamente nos fue bien y se cumplieron los objetivos. El problema se dio cuando la sociedad que manejaba el básquet se disolvió y otros dirigentes, de la comisión del club, tomaron las riendas. La crisis económica terminó de complicar todo y me vendieron a Independiente de Neuquén. Al poco tiempo, a mitad de la temporada 89, tuvieron que abandonar La Liga”, relata el alero. Yoyi, consultado sobre aquel final no deseado, da los detalles de una historia que terminó con el club fundido. “Yo estuve hasta el 87 y la gente que agarró después nos traicionó. Vendió a De la Fuente a Neuquén, se quedó con parte del dinero y no le pagó a River, que nos hizo juicio y eso desató el problema que casi termina con el remate del club”, explica.
Tuvieron que ser los socios, con sus aportes personales, quienes le hicieron frente al drama y aquella nefasta experiencia de tener que salvar a Estudiantes dejó una huella imborrable. “Sí, hubo dos o tres años que no hubo ninguna actividad de básquet y se formó una grieta muy grande en el club, entre los que no querían volver a hablar de un básquet profesional y los que empujamos su resurgimiento. Trabajamos mucho para cerrarla, tuvimos que convencer a muchos. Costó, pero lo logramos, aclarando que el club no se iba a volver a ver involucrado en un problema así”, asegura Agosti. “De aquella época aprendí a no entrar en locuras y ser más frío en la toma de decisiones. Hoy llevo esa bandera de la mesura. Pero no siempre es fácil, porque a veces el hincha que llevamos adentro le quiere ganar al dirigente, porque el entrenador presiona para traer un jugador mejor o el hincha se asusta por mala campaña, pero siento que lo estamos haciendo. Además, lo principal es que los dirigentes, si cometemos errores, respondemos con nuestro patrimonio”, resalta Yoyi. Justamente este es el punto que rescata Agosti, el que que diferencia a esta dirigencia de la gran mayoría del país. “Desde hace nueve años, cuando arrancamos en Liga B, que tenemos firmado que el club no se hace responsable por nada. Y lo sentimos como un hito”, saca pecho. Marcelo Giorgio, periodista y dirigente, pone un ejemplo que ratifica lo ordenados y conservadores que son. “Pagan lo que se puede. Por eso se fue Laginestra, que llevaba seis años en el club. No se hizo ninguna locura por retenerlo. Tampoco por Ferrer o Tucker, los dos pilares de la última gran campaña. La clave pasa por la continuidad”, explica. Agosti admite que la partida más dolorosa fue la de Ferrer, pero que las reglas no escritas del cuidado de la economía pudieron más. “Justiz era quien pensábamos que podíamos renovar, pero tuvimos que venderlo (a San Lorenzo) porque el año pasado nos habíamos pasado un poco del presupuesto”, explica Agosti.
Para encontrar la génesis del resurgimiento del básquet del club hay que regresar 15 años atrás. “Se juntaron algunos dirigentes y empezaron pintando la cancha, arreglando las plateas y haciendo un equipo para competir a nivel entrerriano”, recuerda Giorgio. En el 2007 se dio el primer paso al ganar la Liga C ante La Unión de Colón y llegar a lo que hoy sería el Torneo Federal. Dos años se mantuvo en esa competencia hasta que en el 2011 fue invitado a participar del TNA. En 2011 se produjo un arribo clave a Estudiantes. Hernán Laginestra, que llevaba cuatro temporadas de experiencia en el TNA, comenzaría un proceso muy exitoso de seis años en el club. “Recuerdo que cuando llegué, el objetivo era permanecer varios años en el TNA pero todo se dio muy rápido. En la segunda temporada logramos el recordado ascenso (ante San Martín de Corrientes). Fue un mérito de todos. De mi cuerpo técnico y colaboradores, de los jugadores que fueron hermanos dentro y fuera de la cancha y de los dirigentes que me permitieron armar el equipo que quería”, explica el DT, que decidió por caso la no renovación de Joe Bunn, el goleador de la campaña pasada, para apostar a un ignoto como Lee Roberts, quien terminó siendo determinante en el ascenso por su trabajo para el equipo.
El ciclo Laginestra duró seis temporadas, dos en TNA y cuatro en la A, logrando resultados impensados, como un 2do puesto en la Zona Norte y clasificaciones a Súper 4 y Súper 8. Lo más importante es que sus equipos demostraron una identidad de juego, desplegaron una gran defensa (dos años en LNB fue la menos goleada) y convirtieron al Gigante en una verdadera fortaleza. “Me quisieron renovar por tres años más pero al fin terminé buscando otro desafío”, cuenta Hernán, hoy en Olímpico de La Banda. Afuera el coach más exitoso, el club volvió a apostar, en este caso por un DT novato como Lucas Victoriano. “Nosotros ya veníamos viendo que se daría la partida de Hernán y, en su lugar, queríamos alguien joven, al que le pudiéramos contar los proyectos y dialogar, seguir creciendo juntos. Le dimos la libertad para armar su equipo, con el presupuesto asignado”, dice Agosti. El tucumano, un apasionado y estudioso que se preparó mucho para la oportunidad, pagó rápidamente a la confianza metiendo a un equipo de obreros en la final sudamericana.
En Estudiantes los jugadores y técnicos pasan, pero el éxito sigue. Entonces, está claro, los motivos hay que buscarlos afuera de la cancha. Y Laginestra es el primero en reconocer a la dirigencia. “Yo fui testigo del crecimiento lento pero sostenido del club a todo nivel, con mejoras en las instalaciones y una organización deportiva admirable. Los dirigentes han sido muy inteligentes en llevar adelante el básquet profesional con recursos no muy elevados en lo económico, aunque con mucho compromiso y trabajo”, opina. Federico Marín, fiel reflejo del club por su actitud y compromiso en la cancha, fue uno de los baluartes de las últimas campañas y justamente resalta la tarea de los dirigentes. “Tienen mucho que ver porque poseen conocimiento, saben elegir a la persona que va a comandar el equipo y se comportan de forma sencilla. Se manejan de acuerdo a lo que pueden, adaptándose a situaciones sin poner en riesgo al club. Y yo, además, rescato que tienen autocrítica. No se les caen los anillos por decir que no hicieron algo bien”, explica el Pájaro. Facundo Giorgi, otro de los estandartes de los últimos años, fue en ese mismo camino, rescatando cómo estuvieron dispuestos a aprender. “Fueron evolucionando, aprendiendo de errores, porque siempre los noté abiertos a escuchar a jugadores o técnicos. Nunca se encerraron en sus ideas”, analiza.
Victoriano, en pocos meses, ya se dio cuenta de esas fortalezas que tienen los dirigentes. “Son sinceros, dicen la verdad antes de fichar y entonces todos ya sabemos cómo vamos a trabajar”, rescata. Y pone el ejemplo de lo que pasó cuando lo contactaron para suceder a Laginestra. “Me aclararon de entrada que no contaríamos con los jugadores principales y me dejaron claro que debía venir una refundación. Después nos dieron todo lo necesario, incluyendo tranquilidad para entrenar. Lo demás es cosa sabida. El equipo se adaptó al trabajo y pudimos competir muy bien”, detalla el DT. Giorgi, hoy en La Banda junto a Laginestra, rescata lo que lo sorprendió cuando llegó. “Sobre todo la manera de trabajar, la simpleza, la humildad, lo claro que tienen los objetivos y los medios que tienen para conseguirlos. Día a día estuvieron pendientes de que nos sintiéramos cómodos”, comenta. Victoriano rescata la determinación que les observa. “Se notan las ganas de trabajar, de hacer, de equivocarse, de acertar… Aman hacer básquet en su club, en su ciudad, son valientes para asumir riesgos necesarios y todo esto se transmite a los que recién llegamos”, visualiza. Agosti, uno de los elogiados, prefiere no extenderse al hablar del grupo de dirigente que integra. “Tenemos virtudes y defectos, pero trabajamos mucho. Con ambición, sin conformarnos, aunque con los pies en la tierra”, expone. Yoyi extiende el análisis a otros temas que considera relevantes. “Siento que nos ganamos un respeto a nivel nacional, que no es poco para un grupo de amigos que hace diez años volvimos a emprender un desafío. Mostramos coherencia al mantener seis años a un cuerpo técnico. Y siento que somos creíbles, todos saben que somos ordenados y que respondemos con el patrimonio si pasa algo... No sé cuántos casos así existen”, relata Siebzenher.
La gente, los hinchas, es otro motivo que varios eligen para explicar este presente de Estudiantes. Raffaelli recuerda el apoyo en los 80 y lo nota nuevamente hoy en día. “En Concordia la gente acompaña mucho y Estudiantes debe ser unas de las taquillas más rentables de La Liga”, asegura Choco. Giorgio ratifica, con el promedio de hinchas (900/1000), que la localía se ha hecho fuerte, por el equipo y por la gente. “Pocos han ganado acá en los últimos años”, ratifica. Marín lo deja claro, como un punto fuerte de la organización. “Una localía fuerte que la sentí cuando jugaba en contra y la disfruté jugando a favor”, sentencia. El Pájaro compara a Estudiantes con Argentino de Junín. “Se da algo muy similar en el sentido que son clubes de barrio donde todo cuesta el doble, pero cuando los resultados se dan, todo se festeja mucho más”, asegura. Laginestra habla de “un empuje y un clima especial” que nota en el club. “Está rodeado de gente positiva que apoya sin tener intereses a cambio y que tiene la virtud de hacer sentir cómodo al cuerpo técnico y a los jugadores”, explica. Victoriano se refiere “a un entorno que me gusta mucho, mezcla de profesionalismo y amateurismo”. Y aclara sobre estas sensaciones que le vinieron muy rápidamente: “En cuantos conocés al club te das cuenta lo familiar que es. Todos tienen un trato muy cercano y eso te genera un rápido sentido de pertenencia. Sin dudas que así se hace más fácil trabajar y rendir”, asegura. Agosti, consultado sobre qué tiene distinto Estudiantes, remite a algo simple. “Es un club de barrio, en el que todos los que trabajamos pertenecemos a este barrio. Yo, por ejemplo, me crié a media cuadra del club y acá jugué hasta juveniles. Y Otros dos miembros de subcomisión fueron entrenadores míos. Hay mucho amor”, admite.
Algunos fueron más allá y hablan de un “aura”. Intangibles que tienen que ver con sensaciones inexplicables que se dan al entrar al club, que están relacionadas con el barrio y la pasión. Laginestra, por caso, es escéptico cuando se le menciona esa palabra. “Muy difícil decir si algo así existe. Existe sí el trabajo fuerte, sin eso no hay aura que alcance”, asegura. Agosti, consultado, duda, no está seguro. “Quizá, no sé”, adelante y luego, como el ex DT, invoca la palabra trabajo, “el que hacemos día a día, como si fuéramos una empresa mediana-chica”, dice justamente quien conduce Dos Hermanos (especialista en arroz). Para Giorgio es una palabra poética que algunos hinchas sienten como real y Giorgi, el jugador, no tiene dudas de que existe. “Sin dudas, el aura hace que los equipos de este club, mejores o peores, sean combativos, duros, disciplinados, y que sus hinchas se sentirán identificados. Hay una comunión fuerte y eso juega”, fundamenta. Y ahí, entonces, empieza a jugar la ciudad, sus habitantes. “La gente de Concordia transmite. Es una ciudad que tiene sus problemas económicos, que sufre con las inundaciones, pero le sobra sacrificio. Y eso se refleja en el club y se lo transmiten a jugadores. Yo, al menos, lo sentía”, dice. Victoriano coincide. “El ciudadano de Concordia es así de laburador y los que llegamos tenemos que igualar esa ilusión por crecer y trabajar a su lado”, elogia. Marín, además, rescata “la calidad humana de su gente y la belleza de la ciudad”. Giorgio ratifica con ejemplos. “Hay varios jugadores de distintos deportes que han jugado acá y luego, retirados, han elegido Concordia para vivir. Como ahora lo hizo Fernando Malara, quizá por tener cosas de gran ciudad y, a la vez, cosas de pueblo”, comenta. Victoriano cuenta que tanta esfuerzo económico hicieron los hinchas para ver el primer cuadrangular de la Sudamericana que al segundo, en Río, no les alcanzó. “Pero nos esperaron a las siete de la mañana en una caravana al ingreso de la ciudad. Así es Concordia”, refleja. Y así es Estudiantes, un club de barrio con ambición y pasión, que aprendió de errores y hoy disfruta su momento.
Julián Mozo escribe columnas para la web de La Liga y es el responsable la sección “Esto pasó en la Liga”. Trabajó 18 años en el Diario Olé, cubre la Liga desde 1996 y es el comentarista de la NBA en DeporTV. Cubrió 3 Mundiales de básquet, cinco finales NBA y un Juego Olímpico, entre otros torneos y competencias. En Twitter e Instagram podés encontrarlo como @JulianMozo.