Informes Especiales · 01 de Marzo de 2017
Tortuga veloz
Esta es la emotiva historia de Gabriel Deck reconstruida con testimonios de quienes más lo conocen. De soñar con ser futbolista a ilusionarse con la NBA, de trabajar limpiando micros o recogiendo alfalfa con 40 grados a ser gran promesa del básquet nacional. Sus progresos y la semblanza del personaje detrás de su frase de cabecera, “esto es básquet, chango…”.
Por Julián Mozo
Enero del 2009. En Colonia Dora, pueblo de apenas 2.500 habitantes ubicado a 175 kilómetros de la capital santiagueña, arrecia el calor. Son las dos de la tarde y seguramente la temperatura esté arriba de los 40 grados, pero los hermanos Deck están firmes en la sofocante bodega de un colectivo detenido en la terminal de ómnibus de su pequeña ciudad. Hacen la misma tarea de siempre, dejar limpio el micro para que vuelva a salir de viaje. Joaquín (16 años) y Gabriel (13) están cansados. Pero no sólo de limpiar bondis. También de hacer trabajos esforzados para adolescentes menores de edad. Antes había sido recoger alfalfa en los campos del pueblo, también bajo el abrasador rayo del sol, y desde hace unos meses su padre, que había dejado el negocio de la alfalfa para ser chofer, les había conseguido esta nueva changa. Y Joaquín recuerda bien aquel día tan caluroso y cómo, agobiado, tomó la decisión como hermano mayor…
J-Nos vamos, Gaby!
G-¿Adónde? ¿A casa?
J-No, a Santiago, a Quimsa… Así no podemos seguir. Vamos a intentarlo, hermano.
Joaquín explica, ocho años después, por qué se decidieron a dar ese paso que tanto les costaba mentalmente. “Habíamos ido al campus de Quimsa en el 2008 y teníamos la oferta del club para radicarnos en la capital. Pero era difícil tomar la decisión, no era nada fácil dejar a la familia, los amigos, el pueblo… Pero ese día hice el click, la verdad estábamos cansados de esos trabajos tan duros. También la tomamos pensando que nuestra partida iba a aliviar el peso económico que tenían mis viejos para mantenernos”, explica desde Misiones, donde hoy es jugador de Oberá TC del TNA. “A mis viejos les costaba mucho económicamente y Quimsa nos ofrecía departamento, comida, todo… Esa, más allá de perseguir un sueño, fue la principal razón de por qué nos fuimos del pueblo”, ratifica Gaby, el menor (21), hoy una de las gemas más brillantes del básquet argentino, figura de San Lorenzo y pieza cada día más valiosa de la Selección argentina que hoy, gracias a su presente, se puede dar el lujo de ayudar económicamente a sus padres.
La infancia, para los hermanos, había transcurrido muy ligada al deporte. De entrada al fútbol. El patio de la casa era un mini estadio donde se construían los sueños, sobre todo de Gabriel. “Yo, de chico, quería ser futbolista profesional. Era bastante bueno, 9 goleador”, dice el menor con una sonrisa. Pero de a poco esa realidad comenzó a cambiar cuando Joaquín descubrió el básquet y de a poco empezó a empujarlo para que se pasara a la naranja. “Me llevaba a jugar al club Mitre pero yo me volvía, no me gustaba el básquet… Hasta que vi por TV un partido de la Liga Nacional y me encantó”, cuenta hoy sin recordar qué clubes se enfrentaban ni qué jugadores lo cautivaron. Así fue que el mini estadio de fútbol del patio se convirtió en un playground. Piso de tierra, un aro precario, un palo y un tablero que en realidad era medio… “El primer aro lo hice con amigos (Miguel, Sebastián y Chavo), fuimos a un vecino que era herrero, nos hizo el aro y luego le pusimos el poste. Luego se rompió y mi viejo nos ayudó a construir otro, con un volante de tractor y un palo de madera". Una foto romántica de la época retrata donde los hermanos copiaban movimientos y se ilusionaban con ser como las figuras del tele.
“Gaby quería ser Leo Gutiérrez. Y Scola. Y yo, Carlitos Delfino”, informa Joaquín, que cuenta cómo era un día típico en aquellos años. “A la mañana íbamos al colegio y luego nos pasábamos la mayor parte del tiempo en esa canchita, con amigos. Al club íbamos pero los más grandes no nos dejaban jugar y nos volvíamos a casa. Y se armaban unos picados bárbaros”, revela el mayor.
La discusión con los padres se armaba luego del almorzar cuando los hermanos querían salir a jugar pese al abrumador calor que hace gran parte del año en esa zona. Pero ni la clásica siesta sagrada santiagueña podía frenar a Joaquín y Gabriel. “No queríamos dormir, preferíamos jugar… Si hacía hasta 36 ó 37 grados, nos dejaban. Con gorra. De lo contrario teníamos que estar adentro”, rememora Gabriel. De a poco los Deck se fueron haciendo un nombre en el club y los grandes que algunos meses antes no los dejaban jugar empezaron a ver cómo les detener a esos chicos que ya tenían el físico y el talento para empezar a ser considerados para dar un salto nacional. Gaby tenía 13 años cuando su profesora de Educación Física, Paola Aguilar, le vio condiciones y le recomendó probarse en Quimsa, el club que venía de ser finalista de la Liga en el 2008. “Primero jugamos un par de meses en Ceres, Santa Fe, y luego llegó esa oportunidad del campus. Nos fue muy bien en la prueba y quedamos, pero había que tomar la decisión de dejar nuestro pueblo”, explica Joaquín, quien promedia 11.1 puntos y 6.5 rebotes en el TNA.
“Colonia Dora es su lugar en el mundo, clave en su vida. Tiene un sentimiento muy arraigado y no le fue fácil desprenderse”, analiza Silvio Santander, el técnico que lo conoció cuando llegó al club en el 2014. Gabriel asiente cuando le preguntan sobre aquella experiencia. “Fue muy duro tener que dejar mi lugar, la familia y los amigos con 13 años. Por suerte fui con mi hermano, solo no iba a poder aguantar… A él tengo todo que agradecerle”, dice Gabriel. Joaquín sabe que era su rol, como hermano mayor, pero no puede dejar de sentir orgulloso por haber ayudado a quien hoy muchos le auguran un destino NBA. “Es un sueño cumplido que ambos vivamos del básquet luego de recordar cómo tuvimos que empezar una vida cero cuando llegamos a Quimsa”, opina el mayor.
El hombre Gabriel suena raro hoy en día, porque todo el ambiente del básquet ya lo conoce como Tortuga. O simplemente, Tortu. El apodo se lo puso Maxi Quiroga, compañero mendocino de pensión. “Un día estábamos acostados y yo estaba todo tapado con una colcha, sólo se me veía la cara cuando espiaba... Ahí empezó a joderme con que era una tortuga que sacaba la cabeza para ver”, recuerda. Sobrenombre que se le hizo carne a Gabriel, pese a que no refleja lo que realmente exhibe en una cancha. Tanto que Tortu se enojó cuando Santander le pidió al plantel de Quimsa que dejara de llamarlo por ese apodo. “Recuerdo que paré el entrenamiento y les dije que me parecía que ya había que empezar a llamarlo Gabriel, porque si algo no era en los ejercicios o en los picados era una tortuga... Todo lo contrario. Ya había dejado de ser un jugador pachorriento o lento. Pero a él no le gustó la idea (se ríe), me miró como diciendo ‘no me corrijas nunca el apodo’...”, revela el coach. Deck recuerda bien aquel momento. “Sí, Silvio quizá quería hacerme un bien, pero yo ya estaba familiarizado con el apodo y me gustaba. Además, si bien tal vez no refleje lo que soy en la cancha, seguramente sí lo que soy afuera, una tortuga…”, admite, sonriente, quien se tatuó ese animal en su pierna izquierda. Justamente los dibujos en su cuerpo reflejan parte de lo que es o quiere ser este chico. En la derecha, como buen creyente, tiene a la Virgen de Guadalupe, en el brazo derecho a un búho de la buena suerte con un reloj “para manejar los tiempos de mi vida” y en el muslo derecho se inscribió una frase del escritor estadounidense John Calvin Maxwell que resume lo que siente y piensa este santiagueño: “Cuando quieras emprender algo habrá mucha gente que te dirá que no lo hagas; cuando vean que no pueden detenerte, te dirán cómo tienes que hacerlo; y cuando finalmente vean que lo has logrado, dirán que siempre creyeron en tí. Hazlo por tu gente, hazlo por tu orgullo, nunca sabrás si nunca lo intentas…”.
El paso a paso de Deck en Quimsa se fue dando solito. A los 15, apenas un año y medio después de su llegada, ya estaba en la preselección argentina U15. Aunque el click recién llegó un par de años después cuando fue al Mundial U17 en Lituania, donde fue el máximo anotador con 21.5 puntos. “En ese torneo tan importante me fue realmente muy bien y entendí que podía tener un futuro importante con el básquet, sobre todo si era más responsable y me entrenaba para mejorar mi físico y mi juego”, explica Tortu. Santander lo conoció justamente cuando estaba en ese proceso. “De entrada me impactó la capacidad física, atlética, pero sobre todo que ya empezaba a mejorar su físico y a ponerse en el peso que lo hacía ser un jugador más ágil y explosivo”, comenta el coach. Deck menciona a Marcelo Zanni y Néstor Pita Bravo como los técnicos de inferiores del club que lo ayudaron a concientizarse. “Me dijeron que veían cosas distintas en mí y si bien al principio no les di tanta bola, luego lo pensé bien y lo hice, mentalizándome de que tenía que empezar a resignar muchas cosas para ser el mejor jugador posible”, razona, maduro.
El otro momento de quiebre sucedió cuando llegó a la Selección mayor y se cruzó con los monstruos de la Generación Dorada. “Con todos charlé bastante. Quizá Luis (Scola) es quien más consejos da, pero casi todos ellos son iguales: hablan lo justo y necesario. Su liderazgo es con el ejemplo y si vos lo querés tomar, está ahí, vas y lo hacés. Depende de cada uno. Yo aprendí más que nada afuera de la cancha, la forma de entrenar, de descansar, de comer, simplemente hábitos para ser mejor profesional. Por suerte, de a poco, he podido aplicar todo lo que me enseñaron y he podido cambiar mi físico. Me siento más rápido, creo que tiro un poco mejor y tengo más confianza. Me falta mucho, sin dudas, pero a ellos les debo mucho por enseñarme e inspirarme”, explica con sabiduría. El progreso de Gabriel ha sido acelerado y Joaquín lo notó en uno de los reencuentros que tuvieron. “Me sorprendieron sus mejoras más que nada en la velocidad, intensidad y capacidad que tiene para leer el juego. Antes no tenía estas virtudes que veo ahora. Me parece que cambió el chip cuando empezó a ir a la preselección de mayores. Noté que volvió a Santiago con otra mentalidad, otra cabeza”, revela su hermano.
Hay muchas cualidades que están a la vista cuando juega Deck pero hay una que destacan todos: su tranquilidad para enfrentar los momentos más difíciles. “Me impresionó ni bien lo conocí, esa naturalidad para desenvolverse en el juego, fuera un partido abierto o cerrado. Como si sintiese la presión”, explica Santander. Selem Safar, compañero actual en San Lorenzo pero también en la Selección, cuenta una anécdota durante el Preolímpico 2013 que refleja esa paz interior que gobierna a Deck. “Gaby había entrenado muy bien y se había ganado un lugar entre los 12, pero en los amistosos había jugado poco. Sin embargo, en una decisión bastante clásica de él, Oveja decide ponerlo de titular para enfrentar a Puerto Rico. Fue una determinación bastante sorpresiva para todos, pero Gaby lo tomó con total naturalidad, como toma todo en la vida (se ríe)… Sin embargo, cuando salimos de la habitación y nos subimos al ascensor, yo lo vi demasiado callado, más de lo habitual, entonces para darle ánimo le digo ‘tranqui, Gaby, hoy, lo vas a hacer bien’. Y él me mira con su cara de paz y me dice ‘quedate tranquilo, chango, esto es básquet, nada más’”, cuenta el Turco sin poder evitar casi una carcajada en el final de la historia. Tortuga recuerda ese momento y su reacción es la misma. “Lo tomé bien lo que dijo Selem y entiendo por qué lo hizo. Pero yo estaba tranquilo y le dije esa frase, que es una de cabecera, siempre la digo porque así siento el básquet. Es un deporte, no hay que matar a nadie ni se le va la vida a nadie. Encima, si te ponés nervioso, es peor, te sale todo mal. Mejor estar tranquilo”, dice Deck, haciendo parecer que es fácil. “Sé que no todas las personas se lo toman así, quizá sea una virtud mía. Yo, en aquel partido, estaba contento por la decisión de Oveja y con ansias de aprovechar la chance que me había dado. Por suerte me fue bien”, resalta.
Deck juega como vive y vive como juega, como aquel pibe de Colonia Dora, aunque con el rigor y el profesionalismo que fue adquiriendo. Por eso se fue a Santiago para las Fiestas y, físicamente, volvió mejor aún. Eso le permitió, tras dos meses de inactividad por una lesión de ligamentos en el pie izquierdo, regresar con todo y ratificarse como una figura de nuestra Liga Nacional, con promedios de 15.5 puntos, 64% en dobles, 35% en triples y 4.3 rebotes. Números que reflejan un gran presente y le permiten soñar con un futuro todavía mejor. “Lo que me sorprende es que no tiene techo, primero porque mantiene una humildad muy grande y segundo debido a que siempre está bien preparado. No es común en una liga tan larga y con tantos compromisos mantener una preparación óptima para cada noche y Gaby lo hace. Siempre está listo para entrenar y seguir progresando. Tiene mucho deseo y eso es determinante”, opina Santander.
El cambio de San Lorenzo por Quimsa resalta ese deseo, una marcada ambición. Deck buscó salir de la comodidad de su provincia a buscar otro salto de calidad en uno de los clubes más grandes del país. “Llevaba 8 años en Quimsa y sentí que era una etapa cumplida. Busqué cambiar. Además, me motivaba jugar la Liga de las Américas e ir a un club grande. No fue una decisión fácil porque Quimsa es mi casa, pero creí que era lo mejor”, explica. Otra clave es que nada lo corre de su centro. Ni siquiera que cada día más se hable de su futura llegada a la NBA. “Aunque todos los ojos estén sobre él, Tortu sigue siendo el mismo de siempre, en su pueblo, con sus amigos, con sus abuelos, trabajando día a día para ser mejor”, comenta su hermano, quien no tiene dudas que el nivel más alto de competencia lo está esperando. “Sin dudas que lo veo en la NBA, pero llegará cuando tenga que llegar, él lo sabe y espera con tranquilidad”, explica. Y así es, cuando se le pregunta sobre los rumores que lo vinculan con Utah Jazz y Milwaukee Bucks, por caso. “Estoy tranquilo y trato de hacer lo mejor en San Lorenzo. Nadie se me acercó a hablar, ni sé si son reales los intereses de esos equipos pero si existen, me genera mucha satisfacción y motivación, el saber que gente tan importante se están fijando en mí. Me motiva para seguir superándome”, cuenta.
Santander lo conoce a la perfección y viendo su potencial hace una predicción. “Pienso que puede jugar en la NBA. Para eso debe seguir completando su desarrollo para ser un 3-2. Tiene todo para ser el prototipo de jugador moderno, alto, que defiende sin problemas a un escolta o base, que puede subir la pelota y emparentarse con un escolta o un ala pivote”, analiza el asistente full time que tiene la Selección. Pero, claro, como siempre, Deck no se vuelve loco. “Pasará lo que tenga que pasar, sólo debo estar preparado. Como siempre digo, chango: esto es básquet…”.
Julián Mozo escribe columnas para la web de La Liga y es el responsable la sección “Esto pasó en la Liga”. Trabajó 18 años en el Diario Olé, cubre la Liga desde 1996 y es el comentarista de la NBA en DeporTV. Cubrió 3 Mundiales de básquet, cinco finales NBA y un Juego Olímpico, entre otros torneos y competencias. En Twitter e Instagram podés encontrarlo como @JulianMozo.