San Lorenzo de Almagro

CABA (Buenos Aires)

LNB · 03 de May de 2021

San Lorenzo

Penka Aguirre: la cautivante historia del Señor de los Anillos

A través de 11 testimonios reconstruimos su vida deportiva. Cómo superó obstáculos en base a tesón, mentalidad y personalidad. De los rechazos de tres clubes hasta tocar fondo, cuando ningún equipo lo quiso. Lo que aprendió y cambió. Su estilo atípico y las virtudes ocultas que lo convirtieron en el base que ha dominado la competencia y, dese el jueves, jugará su sexta final seguida.

Por Julián Mozo

Parece un talismán. O, mejor dicho, el jugador necesario para ganar. O para llegar a finales. Nicolás Aguirre jugará, desde el jueves, su sexta final consecutiva, buscando sumar nada menos que el sexto título... Hoy, a los 33 años, es el Señor de los Anillos. Tiene una mano cubierta y quiere arrancar con la otra para alcanzar a Martín Leiva y Diego Osella y quedan a uno de los tres (Campana, Milanesio y Marcos Mata) que están detrás de Leo Gutiérrez (10). Pero, claro, antes de lograr estos hitos que quedarán en la historia, el Penka pasó por todas, las mejores y las peores, desde aquellos tiempos en su Santiago natal. Desde Prensa AdC reconstruimos su historia, con 11 testimonios que nos describen cómo ha sido el camino del base que ha dominado la competencia en los últimos años.  

¿Fútbol o básquet?

Aguirre no tenía pensado ser un basquetbolista profesional. Es más, de chico, prefería el fútbol. Era el destacado volante central Estudiantes de Huaico Hondo . “Si había que raspar, no tenía problemas, y si el equipo necesitaba juego, también podía aportar. Realmente jugaba bien, en ese momento mucho mejor que al básquet”, asegura el hoy base. Pero, claro, a veces, el destino juega. O la famosa pachorra que caracteriza a una parte de los santiagueños. “Yo siempre iba a entrenar en la bici de mi hermana, pero una tarde se me pinchó la goma y no fui más. No me dio para ir arreglarla ni para caminar las diez cuadras que tenía hasta el club. Era muy vago”, cuenta sin contener la risa. En esa época, Aguirre jugaba también al básquet en Juventud y, como en tantos otros casos, la suerte también jugó un rol importante para encaminarlo hacia el deporte que sería su pasión y medio de vida. “En ese momento tenía 14 años y me incliné por seguir sólo con el básquet porque tenía un amigo que vivía a la vuelta de casa y me pasaba a buscar para ir al club en auto”, reconoce quien ha sido (y es) el cerebro de los últimos dos equipos que han dominado la competencia en estos años. 

¿Pero tan bueno era al fútbol? Gustavo, su padre, da fe que sí. “Primero jugaba de central y luego pasó al mediocampo. Y sí, jugaba muy bien, era fuerte, tenía el carácter de hoy, mucha ductilidad para un físico que ya era grande y una buena pegada. Jugaba incluso en una categoría más grande”, cuenta quien, como su hijo, probó con ambos deportes. Enzo Ruiz es amigo desde la infancia y cuenta lo que sabe de Penka-futbolista. “Siempre dijo que era mejor que al básquet, yo sólo lo vi una vez. Nos invitaron a un partido a beneficio y Penka cayó con botines de tapones altos, canilleras, todo un pro... Se hacía el Gago y, fiel a su estilo, daba órdenes. Debo admitir que me sorprendió: la rompió y hasta hizo un gol”, cuenta el escolta. Aguirre, incluso hoy, se prende en los picados fuera de temporada. “El básquet es mi vida y no puedo arriesgar, pero cuando vuelvo de vacaciones a Santiago me encanta ir a jugar con mis amigos”, comenta sobre su otra pasión.

El apodo, su carácter y el barrio

Segundo (más grande) de cuatro hermanos, hijo de un oficial de justicia y una maestra, Nicolás se crió en una familia de clase media, “que no le faltó nada pero tampoco le sobró nada”, como advierte su amigo Federico Robledo. De chico nomás, a los seis, se ganó el apodo por el que lo conocen todos. “Cada vez que me cortaban el pelo, me volvían a salir todos parados, como puntas de un cactus. Acá, en Santiago, a esa planta se le llama penka. Así me empezó a decir mi mamá y me quedó para siempre”, explica.

El barrio Jorge Newbery siempre fue su lugar en el mundo. Y ahí andaba, con su barra de amigos, practicando ambos deportes y empezando a sentir el cosquilleo de la competencia. En Santiago son muy famosos los torneos intercalles y allí, con vecinos de todas las edades, hay que jugar, a muerte, por el orgullo de la cuadra. “Yo no lo vi, pero escuché historias del equipo de Penka, que era muy bueno y salía campeón seguido. Sé que él jugaba con sus hermanos, el padre y algunos vecinos, que los terceros tiempos eran muy divertidos…”, adelanta Enzo. 

Víctor Cajal, otro de los bases de esa camada que se terminó como amigo íntimo de Penka por compartir selecciones provinciales, no tiene dudas de que allí se formó Aguirre, un poco en el juego y también en su personalidad. “En esos torneos tenés que hacerte hombre. Ahí Penka se hizo mañoso, su juego de potrero viene esos picados. Por eso ahora puede jugar con 5.000 personas en contra que no se pone nervioso”, compara. Aguirre acepta que aprendió mucho en esos torneítos. “Y sí, algunas mañas sumás cuando uno tiene 12 ó 13 años y juega contra adultos que no saben perder... Yo tuve duelos picantes, con líos, pero ahora sé que está más controlado, con árbitros y policías. Es un evento lindo, se llena el estadio y va toda la familia, desde los más chicos hasta los más grandes. Tengo los mejores recuerdos”, describe Nico.

En el barrio o en los clubes por los que pasó, Penka ya mostraba condiciones, aunque había una virtud que estaba por encima de todas, quizá como pasa hoy. “Impresionaba por su carácter. Recuerdo que con 11 años dirigía todo. El jugaba en Juventud BBC y cuando lo teníamos que enfrentar, en vez de decir el nombre del club, decíamos ‘la próxima fecha nos toca Penka’. Con el temperamento que ya mostraba era imposible pensar que no alcanzaría lo que se propusiera…”, asegura Enzo, quien luego lo tendría de compañero en Independiente (hoy compite en el TNA), cuando Nicolás decidió cambiarse.

Carlos Acosta fue su entrenador en aquel proceso, de los 12 a los 15 años, y lo que más destaca era esa personalidad avasallante. Jugó la Liga C con 15 y era normal que pidiera marcar al mejor o que le dieran la última pelota. Recuerdo en una final santiagueña me mandó a decir con el asistente que quería defender a la figura rival. Yo lo puse, la anuló y salimos campeones. Un jugador que de chico le gustaban los desafíos, hacer las cosas más difícil y ese carácter lo convirtió en un líder desde aquella época”, recuerda el Bibi.

El padre, más conocido como Cuni, rescata cada etapa, en especial la de Independiente. “Allí Penka dio otro salto, con mejores técnicos y mayor competencia, incluso torneos nacionales”, explica. Robledo, amigo de la barra, recuerda lo impactado que quedó al verlo jugar. “Una tarde fui a observar a Independiente y, justo antes, jugaban las menores y pudo verlo a él. La rompió. Ahí empecé a pensar que tal vez estaba para cosas importantes”, rememora. Aguirre recuerda al Rojo “como el club fue el que más me marcó antes de dar el salto a Córdoba”, abriendo la puerta de su etapa en Hindú, uno de los mejores clubes de formativas del país. “Tenía 15 años cuando decidimos apostar a que se fuera, sobre todo para encontrar una mejor competencia”, explica Cuni.

Los rechazos de clubes, un obstáculo para su carácter y mentalidad


Fueron dos años con el Zurdo Miravet, a quien lo impactó lo mismo que a todos. “Con Hindú fuimos a jugar un Argentino Juvenil (hoy U17) a Carmen de Patagones y él fue con Independiente, dando dos años de ventaja. Y cuando lo vi nos llamó la atención el carácter. No era virtuoso, había que corregirle el manejo de balón, su tiro y varios fundamentos. Sin embargo, era el líder de un equipo que tenía buenos jugadores como Ruiz y Lockett. Hablamos con el papá y lo llevamos a Córdoba”, detalla. Miravet asegura que no necesitó más que verlo un partido para terminar de convencerse de que Aguirre tenía algo bien distinto. “El debut en Primera le tocó contra Junior. Era el clásico y como titular, porque se habían lesionado los otros bases. Y me acuerdo que hizo arriba de 20 puntos, se peleó con los árbitros, con los rivales más grandes y fue el líder del triunfo. Ya en ese primer juego dio muestras de lo que era. Y de lo que iba a ser”, explica el coach, aún asombrado. Penka también valora mucho aquella época en Hindú. “Fue donde más cosas aprendí, sobre todo lo que realmente era una competencia… En Santiago, con menos equipos, no era lo mismo y tampoco se entrenaba tanto”, compara el base.

Por ese entonces, Penka se dio cuenta de que podía tener futuro. Y, lejos de quedarse esperando, empezó a perseguirlo. “Me busqué representante y salí a probarme”, cuenta. Pero, claro, las cosas no salieron como pensaba. Aguirre rebotó una y otra vez. “Fui a Regatas de San Nicolás en el TNA y no tuve suerte. Tampoco en Central Entrerriano en la A. Entonces probé en Elortondo, que estaba en la B. Entrené una semana y tampoco me quisieron. Luego caí en Firmat FC y si bien jugué bien, no me iban a dejar y luego lo hicieron de casualidad por una recomendación”, relata.

Allí jugó una temporada y media en la Liga (2005/2007) y su promisorio nivel permitió que, vía otra recomendación, llegara a la preselección argentina U19. El Negro Romano y Víctor Daitch le aconsejaron a Guillermo Narvarte, el coach de aquel equipo que se preparaba para el Mundial de Serbia, que me llamara. “Tanto jodieron que me citaron. Y yo empecé a pasar cortes. Era difícil, imagínate que ese grupo venía juntos, sin cambios, desde infantiles. Pero trabajé muy duro y lo logré. Fue un sueño jugar aquel torneo”, cuenta, diez años después de ser el segundo goleador argentino (12 puntos), pieza clave en aquel sexto puesto mundial.


La llegada a la Selección y a la Liga Nacional

Así fue que los saltos se dieron rápidamente porque de jugar el Mundial U19 pasó a la Liga Nacional. El Huevo Sánchez lo hizo debutar en Quilmes, el 5 de octubre del 2007, y en el Cervecero impresionó por un estilo distinto, apoyado en su personalidad. “Jugador atrevido, de potrero, distinto a todos”, resume Cajal. Quizá por eso, cuando Boca fichó al Huevo, Penka se mudó a Buenos Aires. “Fue un paso muy bueno, aprendí mucho, gané más confianza y llegamos a semifinales”, dice el jugador. Sin embargo, de a poco y pese a rendir en la cancha, Penka tomaría un camino inadecuado, con algunas conductas que lo conducirían a un momento límite en su carrera. Luego llegaría La Unión de Formosa y un sorpresivo corte a mitad de temporada. “No jugué mal pero me dejaron libre”, explica Penka.

Así se dio el regreso a su Santiago natal para jugar, al fin, delante de los suyos. Quimsa, con el Negro Romano, buscó rescatarlo en todo sentido, pero no terminó de lograrlo y su reemplazante, Fabio Demti, resolvió su no renovación. Un golpe durísimo para el jugador. El DT asegura que la decisión no tuvo nada que ver con cuestiones fuera del básquet. “Preferí a Treise, con quien ya había sido subcampeón de la Liga. Nada más. Me parecía que compartir la base con dos jugadores de tanta jerarquía era difícil. Mi decisión no fue poner en discusión lo que hoy vemos todos los días, el talento y liderazgo de Penka. No dudo que es un muy chico, que suma al equipo y al grupo, esto fue por un armado de equipo. Es más, yo lo recomendé fuertemente a Libertad, porque me parecía que le iba a venir bien salir de Santiago”, cuenta.

Libertad tomó en cuenta la recomendación de Demti y negoció con Aguirre. “Estaba todo arreglado, incluso el contrato enviado, pero al final contrataron a otro y yo, a un mes del comienzo de la Liga, me quedé sin equipo”, revela Penka. Cajal dice lo que Nicolás prefiere evitar. “Le hicieron una mala jugada que es habitual en la Liga, sobre todo por parte de los agentes. Algunos se mueven así, les piden a clubes que no contraten a tal o cual jugador o no le llevan a otro. Así se quedó sin equipo, no tuvo nada que ver lo que hacía o dejaba de hacer afuera de la cancha”, sentencia Cajal.

Así fue que la temporada 2013/2014 comenzó sin Aguirre y él, golpeado, tuvo dos opciones: echarle la culpa al resto o hacer autocrítica y cambiar. Claramente, Penka tomó la segunda alternativa. "Cuando me quedé sin equipo, algo cambió en mí. Me replanteé qué quería para mi futuro. Sabía que tenía que ponerme bien físicamente y evitar que el club que me llamara dijese que no estaba listo. Me propuse hacer las cosas de otra forma, cuidarme más y alimentarme mejor”, explica. Penka y su círculo íntimo recuerdan cómo fueron esos cinco meses sin club hasta que Sionista llamó para un recambio temporario.

El golpe y su renacer: los nuevos hábitos y su transformación física

A veces, en la historia del éxito tras un golpe, es más lindo reconstruir el cómo lo hizo que el cómo se cayó. “Se volvió a Santiago, fue a la nutricionista y empezó a entrenar en triple turno, solo y con amigos. Hasta a la siesta se entrenaba…”, informa el padre con una sonrisa, recordando a aquel Penka que había dejado el fútbol por no caminar ocho cuadras por día. “Sí, es verdad, y no sólo que me entrenaba a la siesta, sino que me levantaba a las 6.30 para ir a correr. Luego del almorzar, gracias a que en Jorge Newbery me dieron las llaves de la cancha, hacía fundamentos y lanzaba al aro, después me metía en el gym de un amigo y a la noche iba a jugar a Newbery o a Independiente. A mí me gusta más jugar que entrenar, pero sabía que tenía que esforzarse el doble, que era el camino para volver…”, explica él. Su amigo Federico asegura que “lo más importante fue que pudo procesar el golpe, de alguna manera fue algo que necesitaba… Y le cambió la cabeza”. El padre siente lo mismo. “Hubo una transformación de su físico pero sobre todo de su mente. Y surgió de él, siempre un tipo muy fuerte en la adversidad”, asegura Cuni. Nicolás modificó muchos hábitos, como comer mejor, más sano y midiéndose en las porciones”, detalla.

Cuán duro fueron esos cinco meses sólo lo sabe él. Y Penka se sincera como pocos. “A mí no me gusta poner mal a los demás, a quienes me rodean, entonces trataba de decir que estaba todo bien, pero por dentro mío estaba luchando… De noche, a la hora de dormir, es donde más pensaba. Sin dudas fue duro, sobre todo mentalmente. Me agarraba incertidumbre, no sabía si iba volver a la Liga, si alguien me volvería a llamar. Pero me lo guardaba para mí, me lo bancaba solito. Por suerte puede aguantar”, reconoce el base. Fue un tocar fondo y revivir, un click mental que hizo. “Creo que le sirvió en todo sentido, para él, para madurar y ser el jugador que es hoy, porque tanto tiempo sin equipo hace que a uno se le llene la cabeza de preguntas. Y ahí él se dio cuenta de la oportunidad que estaba perdiendo, de las ventajas que daba con algunos kilos de más y sin el cuidado físico… Por suerte se dio cuenta rápido y hoy es uno de los mejores”, analiza Cajal. Huevo Sánchez no tiene dudas que hay una ligazón entre lo que sufrió y su gran actualidad. “Su presente es tan bueno porque vivió el barro, lo peor, cuando se quedó sin club. Y ojo, no fue de mala suerte, Penka no tenía el profesionalismo correcto. Pero tuvo posibilidad de volver y no la desaprovechó”, expresa.

Cajal, hoy lejos del ámbito de la Liga, elige poner el foco en otros beneficios que le dio aquel parate y rechaza algunos comentarios que se hicieron sobre su amigo. “Primero, le dio hambre de venganza, ganas de demostrarles a muchos lo equivocados que estaban. Y después se dio cuenta de lo que era el ambiente. Muchas cosas se dijeron de él y la mayoría fueron exageradas. Para mí, hay jugadores que cuadran bien para hacerles fama de algo”, pega duro. Ruiz tampoco duda y va en la misma línea. “Era obvio que iban a hablar y él lo sabía. Es fácil hacer leña de árbol caído. Yo si bien en ese momento estaba lejos y no viví el día a día, hablaba con él y le recalcaba que no se diera por vencido, que iba a tener revancha. Pero, para cuando llegara, iba a tener que estar listo. Por suerte el tocar fondo lo ayudó, para tomar impulso y volver mejor que antes. Estoy orgulloso de él”, expresa Enzo con emoción. Aguirre asegura que nunca escuchó demasiado ni se hizo tantos problemas por los rumores que se escuchaban. “Yo estaba tranquilo. No me molesta lo que diga la gente. Siempre supe que, haga bien o mal las cosas, van a criticarme. Yo soy un basquetbolista profesional, pero tengo una vida y me gusta disfrutar, compartir momentos con quienes quiero. Lo hice antes y lo hago ahora, quizás hoy no dicen nada porque me va mejor…”, dice, sin enojos.

Cuando volvió, en Sionista, sus números no fueron los mejores ni su juego resultó el de hoy. “Pero sí sorprendió a todos desde lo físico”, recuerda Cajal. La reinvención de Aguirre tuvo apenas el primer paso en Paraná. “Fue un cambio para bien. A la fuerza que siempre tuvo le agregó velocidad y eso le dio un plus en su juego”, recuerda Julio Lamas, quien luego lo disfrutó en San Lorenzo. Más allá de lo físico, Aguirre pasó etapas importantes en el crecimiento de su juego. En fundamentos, en el tiro, en la toma de decisiones… Y, en este sentido, el periodista santiagueño Ramón Avila cuenta una anécdota risueña. “Recuerdo un partido en el que Penka probaba mucho de 3 y fallaba. Y el Negro Romano se agarraba la cabeza y le gritaba ‘dejá de tirar, pasala a tus compañeros’. Penka se acercó y le contestó: ‘¿qué querés que haga, si estoy solo’? El Negro lo miró y le dijo: ‘no estás solo, te dejan solo”, relata Ramón. Penka recuerda esa historia, aunque cuenta otra parte. “Sí, fue así, pero yo le dije que me sacara, que no metía una, y me dijo que no, porque estaba defendiendo bien. Esto es así, no todo es anotar”, comenta. Tras esos meses en Sionista, el directivo Gerardo Montenegro -hoy presidente de la AdC- lo llamó para volver a Quimsa. “Le dijo que lo veía mejor, que quería que fuera el nuevo Cortijo de Quimsa”, asegura Federico, su amigo. 

 

El DT era Silvio Santander. “Nicolás siempre me había impresionado su juego y yo, encima, le notaba un margen de mejora importante”, explica el coach, quien recuerda bien el primer diálogo que tuvo con Aguirre.

--Yo no te voy a cambiar, me gusta como jugás. Pero vos ayúdame a ganar, creo que entre todos tenemos equipo para hacerlo.

Desde ese día hasta que fueron campeones, Santander asegura que nunca más tuvo que hablar con él en todo el año. “Se sintió cómodo y fue líder”, resalta Silvio, que ahora volvió a dirigirlo en San Lorenzo. Apenas alguna diferencia en una práctica… “Puse un entrenamiento al mismo horario que una final de Central Córdoba, equipo del que es hincha. Yo no me di cuenta pero cuando lo miré, vi su cara… Al rato abrí la oficina y corrimos una hora esa práctica. Negocio para todos”, admite Santander, dejando claro la necesidad de tener contento a su extensión dentro de la cancha. Bajo la batuta de Aguirre, Quimsa desplegó un juego vistoso y sólido y abrió los ojos del resto de La Liga. Penka era otra vez Penka. “En el regreso a Quimsa demostró lo que vemos hoy. Nicolás transmite todo el tiempo, empuja, contagia, es guapo y, sobre todo, un jugador de equipo”, opina Demti, nada menos que el DT que lo renovó en el 2014.

Penka, un jugador de potrero

A la hora de definirlo, Ruiz lo califica como “un jugador de potrero, capaz de jugar igual un picado de amigos el sábado que una final de la Liga, porque así es su esencia”. De esta forma, se abre un tema interesante, el análisis del estilo único y distintivo que tiene el santiagueño. Huevo Sánchez lo expone crudamente, como es su estilo. “Es un base atípico. La mayoría tiene manejo de pelota, pase gol y no podés presionarlo porque te supera. Bueno, Penka tiene todo lo contrario: no tiene tan buen manejo, es derecho hasta para masticar y no abundan sus pases gol. Te digo la verdad: es un negro reo cuya personalidad lo hace diferente. Su tren superior, sin ser atleta y saltarín, le da una fortaleza única para el puesto. Te pone el cuerpo y detrás va el tiro, con gran oficio. Parece que camina la cancha pero su velocidad en desplazamientos cortos es enorme. No le gusta que le estén encima, es rebelde y en la cancha parece indolente, pero a la vez sabe todo y hace lo que sea para ganar. Si quiere defiende al mejor rival y lo anula. Es un líder con un carácter que por momentos lo perjudicó y en otros momentos, como hoy, lo hacen distinto”.

Santander, de manera más elegante, acuerda con Huevo. “No es un especialista en nada pero hace bien muchas cosas, un jugador muy apto para el básquet moderno. La diferencia la hace con su mentalidad”, describe. Lamas habla de una cuestión física que lo sorprendió cuando comenzó a dirigirlo. “Es más rápido de lo que parece y hace un despliegue físico imponente”, aporta, aunque no se queda en eso. “Es una estrella defensiva y conoce el juego a la perfección”, completa Julio. Penka, consultado sobre su estilo poco habitual, lo expone sin problemas. “Sí, lo sé, quizá no sea vistoso y a muchos no le guste mi juego, o no llene los ojos, como otros armadores, pero siento que hay cosas que no se ven y que suman, y a otros que quizá otros no hagan”, razona.

8 de enero del 2017. Corrientes. Estadio Gigante Rojinegro.

--Si me sacás, te mato. Voy a gastar lo último que tengo en él y vamos a ser campeones.

Faltan cuatro minutos de final del Súper 4. San Lorenzo gana pero San Martín pelea. Aguirre, entonces, se acerca al banco, extenuado. “No podía respirar”, recuerda. Lamas ofrece sacarlo del partido luego de una noche en la que Penka se había dedicado a limitar a Reynaldo García. La frase del santiagueño es lapidaria, con “amenaza” incluida. “Mi misión ese día era esa, defender al cubano, porque ellos se apoyaban mucho en él. Es cierto que al final yo no podía tenerme en pie y Julio me quiso sacar. Pero le exigí que no lo hiciera y le prometí que García no iba a hacer un punto más”, recuerda. Todo salió como lo planearon y Lamas revive ese momento. “Sí, así fue. Es más, para ahorrar energías, le pidió a Guillermo Díaz que se encargara de armar juego, de ejecutar los pick and roll para que el pudiera dedicar sus últimas energías en defender a García. Eso refleja lo que es, los sacrificios que hace por el equipo”, relata Julio.

Federico expone que, como ha pasado con otros técnicos, Aguirre ha tenido sus diferencias con Lamas. “Con Julio hubo disputas, de personalidades, egos, y la relación costó de entrada, tuvieron fricciones. Pero Lamas lo terminó ayudando mucho, le fue puliendo la forma de jugar, cuándo tirar o pasar, cuándo penetrar...”, explica Robledo, quien cree que la posibilidad de otro club grande, como San Lorenzo, le llegó en el momento justo. Cajal coincide. “A Penka lo veo maduro. Incluso ha controlado ese impulso de furia que a veces lo hacía llevarse todo por encima. Hoy es un base completo que hace un poco de todo y se convirtió en líder del campeón rgentino”, argumenta. El Zurdo Miravet lo tuvo hasta los 16 y ahora lo disfruta, aunque a veces lo haya sufrido como DT de Atenas. “Nico ha dominado la Liga con su personalidad avasallante y un liderazgo muy claro. Y lo hace con una particularidad: mejora a sus compañeros. Lo mismo que pasaba de chico porque Penka es exigente pero a la vez muy solidario”, razona.

Un base atípico, con virtudes ocultas e intangibles especiales

Lamas y Santander, entrenadores de Selección, coinciden que lo que lo hace especial es su mentalidad competitiva. “Tiene una enorme frialdad en situaciones de decisiones trascendentes o en momentos clave de la temporada. Siempre rinde bajo presión”, opina Julio. “Son de esos jugadores que te llevan a ganar porque su mentalidad es dominante, de lo mejor que he visto en los últimos años en nuestra competencia”, agrega Silvio. Los elogios hacia su personalidad son los que más se repiten. “Juega a cara de perro sea el mejor o el peor rival, el base más encumbrado o uno sin nombre. No respeta a nadie”, describe Cajal. “Convivió con presiones desde pibe. Tenía 15 años y le daban responsabilidad de adultos. Y él, como si nada…”, remata. Huevo Sánchez, fiel a sus frases históricas, cierra con una que resume todo. “Con Penka podés ir a jugar de visitante a Vietnam”. Aguirre acepta que, a veces, le jugó en contra, y que ha ido aprendiendo con el tiempo. “Sobre todo a decir las cosas de otra manera, para que el que lo reciba no se ofenda. Soy muy puteador, calentón, cabrón y a veces digo las cosas mal. Si bien ya muchos me conocen, que no es de mala leche ni para mandar a nadie al frente, busco decirlo mejor. Creo que he mejorado”, dice.

Todos, igual, resaltan lo gran compañero que es. Lamas lo rescata sin dudar. “Una de las cosas que más me sorprendieron de Penka es su parte social, cómo se vincula con los compañeros, entrenadores e integrantes del equipo, alguien capaz de construir un lazo con cada uno y desde el primer minuto”, explica. Federico, su amigo que hoy sigue cerca esta época en Boedo, tiene los detalles que lo avalan. “No al pedo es el capitán, una pieza clave adentro y afuera de la cancha. Hasta lo he visto calentarse los juveniles si les falta algo. Está pendiente todo, como buen líder que es”, cuenta. Aguirre, consultado sobre esa labor oculta, deja claro lo que él valora esta misión. “En una Liga tan larga a veces no es fácil el día a día. Pasamos mucho tiempo juntos y es importante formar lazos, amistades, aunque sea una buena convivencia. Porque eso te facilita ir a entrenar, a jugar, y superar malos momentos”, asegura sin sacar chapa de su importancia en ese rubro.

No es casualidad, entonces, que Nico sea el protagonista de un dato que impacta: es el base que ha llegado a las últimas seis finales de la Liga y, desde el 2014, es quien ha dominado la competencia. Pero ojo, no tantos piensan así o al menos se lo olvidan a Penka cuando hacen un recuento de los top. Muchos creen que Aguirre es infravalorado, con sus amigos a la cabeza. Como Enzo Ruiz. “Puede ser por un ‘castigo’ a causa de su pasado… A mí, al menos, no me caben dudas que está dentro de los mejores bases, aunque yo te diría que es el mejor. Hizo salir campeón a dos equipos diferentes, dos años seguidos y esos conjuntos siempre jugaron instancias decisivas, como se repite en esta temporada”, opina. 

Cajal va en la misma línea, aunque aportando otro dato, el respeto que le tienen sus pares y los entrenadores. “A veces es resistido pero más que nada en los medios. Jugadores y coaches lo valoran y respetan mucho. Incluso diría que hay colegas tienen miedo de jugar contra él”, dice con crudeza. Ruiz cree que tal vez el reconocimiento masivo le llegara en unos años, aunque advierte. “Conociéndolo a él, poco le importa. Por lo ganador que es”, asegura. Y, hablando con él, parece que así nomás es. No sé si no me valoran lo suficiente o me castigan por mi pasado. No me gusta hablar de eso ni tampoco me fijo mucho en lo que dicen, sea la prensa o la gente. Yo sólo puedo decir que estoy pasando los mejores años de mi vida, en todos los aspectos y que mi felicidad es el reconocimiento del club, mis compañeros y el cuerpo técnico”, admite Penka.

Pero un cierre nunca está completo, sobre todo en esta historia, si falta una anécdota que refleje a Penka. Y, para esta misión, qué mejor que Enzo Ruiz, colega y amigo. “A Penka lo elegí como testigo de mi casamiento y yo me casaba un viernes al mediodía en Sunchales. Incontable cantidad de veces le pedí que no saliera el mismo día desde Santiago porque tenía poco más de 600 kilómetros y cualquier cosa que le pasara podía no llegar al civil. Fiel a su forma de ser, me dijo que no me hiciera problemas, que saldría bien temprano y nada pasaría. Bueno, pinchó dos veces la rueda del auto y, ya sin poder seguir, hizo dedo, lo llevaron hasta un pueblo y le rogó a una remisería que lo llevara como sea. Llegó tarde, obviamente, pero llegó, que es lo importante. Ese es Nicolás Aguirre, alguien que puede tener miles de obstáculos en el camino pero siempre, por su tesón, personalidad y sacrificio, va lograr sus objetivos”. Penka, simplemente.