LNB · 14 de Abril de 2021

Atenas

#TalentosDeLiga: Leo Lema, la historia del nuevo símbolo de Atenas

El alero pampeano cuenta su historia, primero en Pico y luego en Córdoba. Cómo se hizo fana del básquet y su paso al profesionalismo. Sus sensaciones como referente en Atenas y la ilusión de dar un salto.

Pablo Nudenberg 

A sus 22 años, Leonardo Lema se convirtió en líder y capitán de Atenas, el equipo más ganador de la Liga Nacional, que logró mantener la categoría tras vencer a Bahía Basket en la serie por la Permanencia. Esta temporada, el nacido en General Pico logró sus mejores números en seis años de carrera: 12.2 puntos, 6.4 rebotes, 1.3 asistencias y 1.1 recuperos en 28.6 minutos. En su charla con Prensa CAB, el potente alero de 2m01 recordó cómo fue que unió caminos con el básquet y cuál fue el recorrido que trazó hasta ser reclutado por Atenas en 2015, para rápidamente convertirse en profesional y unos años más tarde, en referente.

Además, claro, la Selección argentina: la pasión que lo movilizó desde pequeño y lo llevó a unir esfuerzos con su club para viajar a Mar del Plata en 2011, para el alentar a su país en el Preolímpico. “Nueve años después, se me cumple el sueño de vestir esta camiseta en la Mayor. Cada vez que lo recuerdo se me pone la piel de gallina”, confesó.

-No venís de una familia basquetbolera. ¿Cómo fue que comenzó tu historia ligada al básquet?
-Mi hermano mayor, Manu, fue el que empezó con el básquet en mi familia. Hasta entonces, mi hermano menor, Tomás, y yo jugábamos al rugby. Como nosotros jugábamos los sábados y Manu los domingos nos íbamos a ver mutuamente. Cuando nos tocaba a nosotros, él nos decían que nos quedemos a jugar y así fue que de a poco nació lo de hacer básquet. Aparte ese club, el Cultural Argentino, me quedaba a dos cuadras de casa, mientras que el de rugby estaba afuera de Pico. Habré empezado con básquet a los 11 ó 12 años.

-¿Qué fue lo que te hizo decidirte por el básquet sobre el rugby?
-Me gustaba mucho entrenar, algo que con rugby no hacía mucho. Jugábamos los fines de semana y poco más. Aparte me encantaba el club. Iba a Argentino a las tres de la tarde, empezaba jugando al padel y haciendo otras cosas con amigos, hacíamos tiempo hasta que abrían la cancha de básquet y nos poníamos a jugar. Era una maratón de deporte. El secundario lo arranqué a la tarde, así que iba a casa, tomaba algo y me iba al club a entrenar de U15 hasta Primera. Volvía a casa a las 11 de la noche. Son las ventajas que tenía vivir a dos cuadras del club. Yo creo que todo el tiempo que pasé ahí fue lo que me enamoró del básquet.

-Dijiste que empezaste con 11/12 años. ¿En qué momento se dio tu cambio a Independiente de General Pico?
-En Argentino hice todo U13, un año de U15 y ahí me cambié a Independiente, cuando ya tenía 15 años cumplidos.

-¿En qué momento te diste cuenta que podías vivir del básquet?
-Es un poco raro, porque como mi familia no estaba ligada al básquet, casi ni mirábamos básquet en casa. Lo único que se seguía era la NBA. Cuando pasé a Independiente no sabía que había una Liga Nacional ni que se podía vivir del básquet. Y tardé en enterarme. Ahí tuve dos entrenadores que me marcaron mucho: Pablo Wendebourg, ex jugador -reconocido- de los 80, y Marcos Fernández, quien estuvo en planteles de Liga. Ellos veían algo en mí y me exigían mucho. Me acuerdo que los veranos me despertaba a las nueve e iba a entrenar con Marcos y usábamos unos tachos de pintura de conos porque el club estaba cerrado. Él es de campo y nos hacía entrenamientos muy particulares y exigentes. Tenía unos lentes para caballos que nos hacía usar. Después tipo 11 practicábamos todos y a la tarde íbamos a tirar con algunos amigos. También hice muchos amigos en Independiente.

-¿Y en qué momento te cayó la ficha de que ibas a convertirte en profesional?
-Cuando llego a Atenas. Aunque al principio tenía que ver si era lo mío o no, pero se dio todo muy rápido. El primer año ya debuté en la Liga y al segundo, con Adrían Capelli, ya estaba en la rotación. Y sólo tenía 18 años. Tuve a mi lado varios jugadores mayores que me guiaron y siempre me decían que si hacía bien las cosas podía hacer una carrera en el básquet. Creo que ahí se me abrieron los ojos.

-¿Cómo se dio tu llegada a Atenas?
-Marcos Fernández tenía un amigo en Córdoba. Habló con él y me llevó a que me pruebe allá. Le contó que Atenas hacía campus de reclutamiento y le pedimos una oportunidad para ir. Atenas me pagó el pasaje y una semana de estadía en su pensión para hacer la prueba. Fui con una emoción bárbara y la pasé muy bien. Antes de irme de Atenas me dijeron que vuelva, haga las valijas y viaje otra vez a Córdoba porque me iban a reclutar. Me puso muy feliz.

-¿Sufriste el desarraigo cuando te fuiste de casa?
-No tanto. Al principio estaba muy ansioso porque saliera todo bien. Los papeles de mi transferencia de Independiente a Atenas tardaron dos semanas y mientras yo me moría por volver a Córdoba. Una vez que llegué me tuve que quedar todo el fin de semana solo porque en la pensión la mayoría de los chicos se iba a sus pueblos, ya que casi todos eran de Córdoba. Ahí sentí que me faltaba mi familia.

-Ahí te encontrás con Franco Baralle y Mateo Chiarini, y formaron esa camada tan prometedora de Atenas.
-Claro. Mateo justo había llegado el año anterior y Franco ya era del club. Hubo varios chicos más, fue una camada muy linda. Franco, como era de ahí y ya había estado en una Selección, era el famosito del club. Los fines de semana siempre me invitaba a hacer algo, sea ir al shopping, salir a comer o alguna otra cosa. Pegamos muy buena onda desde el primer momento. El padre también, diez puntos. Germán Baralle está en la comisión directiva. Entre todos los de la pensión siempre me ayudaron en todo lo que necesité. Me pasaban a buscar los fines de semana y comíamos asados. Se me hizo muy llevadero el desarraigo gracias a ellos. Nunca sentí ganas de volver a mi casa porque la pasara mal, y eso se lo tengo que agradecer a Germán, Pablo Parón y todos los que me ayudaron a que no esté solo.

-Desde entonces creaste un vínculo muy particular con Atenas. Hoy sos capitán y líder del equipo de Liga que consiguió mantener la categoría.
-Sí, la verdad es que siempre me trataron muy bien. Desde el primer momento la gente se identificó mucho conmigo, como pasó con Franco y Mateo. Eso hizo que le agarremos un afecto especial al club. Esta temporada fue especial, pero durísima. Lo importante es que mantuvimos a Atenas en la Liga.

-Tu protagonismo en Atenas te llevó a debutar con la Selección Mayor, en el clasificatorio a la Americup que jugaron en Obras ante Chile y Colombia. ¿Qué significa para vos representar a tu país?
-Es algo increíble. De chico a la Selección la seguía mucho. Me gustaba ver a Manu (Ginóbili), Chapu (Nocioni), (Carlos) Delfino, Luis (Scola). Una vez nuestro entrenador en Argentino, Javier Becerra, tuvo la idea de que vayamos a ver a Argentina al Preolímpico de Mar del Plata, en 2011. Era muchísima plata, así que entre todos nos pusimos a vender pollos, hicimos sorteos y hasta le pedimos plata a la Municipalidad. Hicimos de todo. Nueve años después, se me cumple el sueño de vestir esta camiseta en la Mayor, porque ya lo hice en las inferiores, pero no es lo mismo. Saber que estás en el proceso de la Selección es algo increíble. Cada vez que recuerdo que debuté en la Mayor se me pone la piel de gallina.

-¿Cómo fue eso de los pollos para ir a Mar del Plata? ¿Pudieron ir y a qué partidos?
-Fuimos pero costó. Teníamos que comprar las entradas unas semanas antes porque si esperábamos a llegar a Mar del Plata iba a ser imposible. Así fue que nos agarró el apuro y tuvimos que salir a vender más pollos porque necesitábamos comprarlas lo antes posible. Estuvo todo Pico comiendo pollo por nosotros. Ya en el Preolímpico fuimos a ver todos los partidos menos la final con Brasil, que la vi en casa con mi viejo. Teníamos una bandera enorme que decía “General Pico, La Pampa – Club Atlético Cultural Argentino”. Fue tremendo. Una gran alegría para todo el club.

-¿Pudiste conocer o entrenar con alguno de los jugadores de la Generación Dorada?
-Por suerte he tenido la chance de conocer a la mayoría. En 2018 estuve de sparring en la Selección y me lo crucé a Luis (Scola). A Manu (Ginóbili) me lo encontré una vez que estábamos preparándonos con la U18 para un torneo y ellos para ir a los Juegos de Río. Estuvimos con todo el plantel de la Mayor y nos sacamos fotos. Contra Carlos (Delfino) jugué cuando vino a Boca. Chapu (Nocioni) vive en Pico, me lo he encontrado dos o tres veces y hemos salido a hablar. Tengo la suerte de conocerlos. El legado de ellos es enorme, lo que hicieron por la Argentina es único e irrepetible.

-¿Viviste alguna experiencia con Scola cuando estuviste como sparring?
-Ya entrenar con Luis significa aprender, te hace más profesional. Si el entrenamiento era a las nueve, él a las ocho ya estaba en la cancha. Con 38/39 años hacía cosas que para el resto son increíbles. Siempre te deja alguna palabra que te ayuda a mejorar. Es el gran ejemplo que todos tenemos que seguir. Por suerte es nuestro, es argentino.

-¿Tenés pensado cómo seguirá tu carrera después de esta temporada en Atenas, en la que fuiste líder y capitán?
-Me gustaría en algún momento poder jugar afuera. Ahora se termina mi contrato con Atenas y no descarto la posibilidad de irme. Si llega alguna oferta del exterior que me interese la analizaré. Ir afuera te permite dar un salto de calidad muy importante.

-En alguna nota de hace unos años dijiste que soñás con llegar a la NBA. ¿Seguís aspirando a eso?
-Era un poco ingenuo por entonces (se ríe). Yo de chico seguía mucho la NBA y creo que todo basquetbolista sueña con llegar a la elite, y lo máximo que existe es la NBA. Pero también sigo mucho el básquet europeo, la ACB y la Euroliga. Me gusta cómo se juega allá, creo que, si tuviera que elegir, quisiera ir a la ACB.

-¿Qué otro sueño tenés dentro del básquet?
-Sueño con estar dentro de la Selección y jugar torneos grandes. Me gustaría ser parte del recambio que habrá en algunos años de los chicos que están ahora. Les falta mucho y nos están dando muchas alegrías, pero los recambios se van dando de a poco, como lo hicieron ellos con la Generación Dorada.

-¿Qué es lo más lindo que te ha pasado hasta ahora gracias al básquet?
-La Selección, sin dudas. Todos los torneos que me tocó vivir, desde Formativas hasta hoy, son lo que más he disfrutado en mi carrera. Específicamente lo que fue ponerme la camiseta y representar a mi país en la Mayor.

-¿Y el momento más duro que te tocó vivir?
-No viví muchos momentos difíciles, hasta ahora han sido más las buenas que las malas. Creo que lo más difícil fue cuando me lesioné el hombro la temporada pasada, que me tuvieron que operar. Uno siempre tiene el miedo de no volver igual o lesionarse de nuevo. Con entrenamiento, responsabilidad y la ayuda de los que me acompañaron pude recuperarme por completo. Ahora me cuido, aunque me siento perfecto y creo que lo pude dejar atrás.

-¿Tenés idea de a qué te habrías dedicado si el básquet nunca llegaba a tu vida?
-La verdad que no. Yo iba a un colegio técnico y si terminaba la secundaria ahí me iba a recibir con título de maestro mayor de obra. Quizá hubiera ido por ese camino. Pero no sé, no hay otra cosa que me llame la atención ni a la que le haya dedicado tanto tiempo. Desde que llegué a Atenas fueron muy pocas las malas que pasé y siempre tuve en claro que el básquet es lo mío. El día en que me retire, que falta mucho, tendré tiempo para pensar en qué hacer. Incluso puede que siga ligado al básquet desde otro lado. No lo he pensado. Por ahora disfruto esta etapa.

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