Liga Argentina · 08 de Agosto de 2021
· Unión
Andrés Jaime, con el corazón en la mano: “Unión es mi casa”
El base juega en el Tatengue desde los 6 años, la rompió en la temporada de la consagración y confirmó su evolución. El joven de 21 años repasó toda la campaña histórica del elenco santafesino.
Por Juan Martinich
Un pequeñín que persiguió a su hermano, que pataleaba para sumergirse también en esa pasión de la pelota rugosa. Un niño que adoptó esa casa como su segundo hogar, ese hábitat que lo cobijó y lo estimuló a disfrutar y también a soñar en grande. Andrés Jaime posee un lazo visceral con Unión de Santa Fe, toda una historia que se remonta a sus seis años. Miles de días después de corretear por esos listones, el armador se cristalizó en un protagonista estelar de la memorable consagración.
Desde premini en los recovecos de la institución, el Gordo vislumbró de primera mano la reconstrucción absoluta, ese renacer de las cenizas, con un club que resbaló hasta el segundo escalón de la liga santafesina. Todavía siendo un gurrumín se enloqueció, y gritó desaforadamente, en el Ángel Malvecino con ese triple inolvidable de Román Memo Rodríguez, allá por el 2013 que concretó el boleto del Torneo Federal a la Liga Argentina.
Así de emotiva es la conexión de Andrés con el Tatengue, por eso la coronación adquiere un tinte diferencial, una sensación indescriptible. Y como si fuese poco, Jaime experimentó una campaña de excelencia, al punto que muchos especialistas lo consideran el hombre más decisivo a lo largo de toda la temporada. Consistente, sólido y productivo durante los cuarenta juegos que saltó al parquet, Andrés completó una media muy interesante de 10.0 puntos, 4.4 asistencias, 4.5 rebotes, 1.1 recuperos, 36.4% en triples, 56.2% en dobles y 13.5 de valoración en 25 minutos.
Con las vibraciones latentes del cimbronazo de gritar campeón, el talentoso organizador de juego se introduce en la charla con Prensa AdC, a unos días de la noche mágica del Héctor Etchart. Ya sumergido en su Santa Fe Capital, Andrés razonó sobre la magnitud del título: “Con el paso del tiempo te vas dando cuenta de lo que hicimos y es increíble. Pusimos al club en lo más alto del básquet y dimos un paso en la historia, la verdad que la sensación es inexplicable”.
La resolución dramática le aportó un sabor más dulce al ascenso, con ese desenlace inverosímil con el golazo de Leo Lema, pero también por el triple agónico de Federico Harina que los puso literalmente al frente del abismo. Respecto a ese bombazo y las sensaciones en su cuerpo, Andrés describió: “El esfuerzo de todo el partido se iba a perder por un tiro forzado aunque con el mérito de Harina. Fue un golpe lindo, porque cuando se planificó la última estaba convencido que Leo iba a poder anotar. Por suerte pudimos convertir y alargar el juego”.
Focalizado en su eslabón en la última maniobra del tiempo regular, Jaime detalló cómo absorbió la responsabilidad de ejecutar el pase a Lema: “Traté de no pensar en lo que pasaba si salía mal, confiando en que la jugada iba a dar resultados y salió muy bien gracias a todos los chicos y al cuerpo técnico”.
Todavía resuena en su mente esas imágenes de algarabía, esos abrazos mancomunados, ese instante sentado en el canasto, por eso el base manifestó el valor que engloba para su carrera este título: “En lo individual es un logro increíble, lo máximo a lo que aspiraba y por suerte se me dio. El equipo se fue convenciendo de lo que queríamos. La alegría es inexplicable y la quiero disfrutar al máximo”.
Unión, el segundo hogar
Las puertas siempre abiertas de los clubes, esa unidad fundamental en la estructura deportiva del país, donde germinan los talentos y donde también se transmiten valores. Esa cualidad del gen argento también forjó los sueños de Andrés, por eso florece el sentimiento y cuenta: “Unión es mi casa, desde chico pasó más tiempo ahí adentro que en mi verdadera casa. Toda la gente que me ayuda a mejorar es lo que me motiva a seguir siempre buscando un poco más”.
Justamente en las entrañas del Tatengue se trazó una línea, con un programa integral de formación de jóvenes canteranos, así como una articulación con otras áreas como el estímulo académico y la coherencia en la construcción de los planteles en todos estos años. Respecto a esa virtud institucional, el base valoró: “Me parece que el proyecto va acompañado de ciertos rendimientos que lo avalan y eso es muy positivo. Es muy importante que nunca se pierda de vista el objetivo final por los obstáculos que aparezcan en el camino. Eso es algo que en el club se entendió y hoy da sus frutos”.
Ese grupo de oriundos de las entrañas de la entidad albirroja, Andrés compartió horas de ruta con varios laderos como Jordi Godoy, Pablo Bandeo, Julián Salaberry, con quienes configuran la guardia joven. A la hora de revelar las ilusiones en las charlas grupales, el armador descubrió: “Es algo que lo soñábamos y lo fuimos viendo cada vez más cerca. Trabajamos mucho para poder llegar a esta meta y eso nos pone muy felices”.
El sendero recorrido
La coronación como campeones fue el desenlace de un largo camino transitado durante la temporada, atípica por cierto por la irrupción de la pandemia, con un desarrollo peculiar con el sistema de burbujas y la predisposición de todos los estamentos para jugar esta Liga Argentina.
En cuanto a esas primeras semillas plantadas en los albores de la competencia, Jaime describió: “El primer recuerdo son las charlas de equipo donde más o menos estaban planteados los objetivos, en cuanto al rendimiento y funcionamiento, que los fuimos cumpliendo con creces”.
Claro que el rendimiento excelso del elenco de Juanfra Ponce posee cimientos en diversos factores y uno de los trascendentes se halla en la mancomunión, en esa cohesión grupal. Y así lo avala el joven armador: “El grupo humano que se formó fue increíble y eso ayudó muchísimo al equipo en los momentos adversos para poder seguir adelante. Creo que el ascenso es un premio a lo que hicimos en todas las facetas en esta temporada”.
Las espinas también brotaron en la travesía del Tatengue, como los complejos contratiempos de perder a dos integrantes como Francisco Alloatti y Sebstián Uranga, por lesiones. En relación con estos infortunios, Andrés confesó: “Fueron dos golpes muy duros para el grupo. Tuvimos la suerte que todos los que se sumaron al equipo vinieron a ayudar y acoplarse, desde ese lado el equipo salió fortalecido para lo que restó de la temporada”.
Los argumentos del campeón
Unión experimentó diversos estadíos en esta edición de la Liga Argentina, como su dominio en la Conferencia Norte, con un pequeño bajón en el medio y un sprint final estupendo para atrapar el número uno. Además de un tránsito sólido por los playoffs, en los que batalló con potentes rivales como Ameghino y Villa San Martín. Y ni hablar de la pericia para sortear el durísimo escollo que significó Villa Mitre en las Finales.
A la hora de detectar los fundamentos, los sustentos para este campañón, Andrés razonó: “Me parece que fuimos un equipo muy sólido durante todo el año, a pesar de muchos inconvenientes y creímos mucho en la idea del juego, en los momentos malos fue de lo que más nos agarramos y nos hizo muy fuertes para la parte final”.
Ahí está ese niño que persiguió a su hermano mayor Juan Martín, que se enamoró de este deporte maravilloso, que se alineó en cuidados y métodos de trabajo para alcanzar el profesionalismo y que redobló la apuesta para optimizar su juego siempre un poco más que ahora inscribió su nombre en las páginas doradas de Unión.