LNB · 25 de Junio de 2021
Atenas campeón 2003: La vida después de Milanesio, el salto de Lábaque y la vuelta de Pichi
El retiro de Marcelo tras el título de la 2001/02 abrió un interrogante para el Griego, que buscaba repetir su corona. Entonces apareció Bruno Lábaque con una temporada brillante como sucesor, llegó el Huevo Sánchez de entrenador y regresó otro ídolo como el Pichi Campana. ¿El resultado? Atenas bicampeón de la Liga.
La importancia del club más ganador de la historia, que venía de ser campeón un año antes y que en consecuencia supo tener y sostener un plantel con jerarquía, de renombre, volvió a ser determinante durante una temporada inolvidable. Atenas se vistió de fiesta aquel 25 de junio de 2003 en ese sexto partido eterno ante Boca, una vez más y como ya era costumbre, tuvo su noche de gala y tocó el cielo con las manos por octava vez. Se cumplen 18 años de la penúltima corona del Griego en nuestra Liga Nacional.
Atenas no solo venía de ser campeón sino que además había jugado 5 de las últimas 7 finales (del 96 al 2002, solo no había estado en las definiciones del 97 y del 2001) y de esas cinco finales se había llevado tres (campeón en 98, 99 y la mencionada 2002). Por supuesto, la presión sobre el equipo que ya era el más ganador de la Liga existía, hasta ese entonces había ganado 7 de las 19 ediciones y estaba obligado a reafirmar esa condición de grande.
No iba a ser fácil esa 2002/03. Se había ido Marcelo Milanesio, que había jugado su última temporada en la anterior 2001/02, retirándose campeón en aquel elenco que compartió con Leo Gutiérrez, Pelussi, Herrmann, Joseph Bunn y un joven Bruno Lábaque, que tomaría la posta de Marcelo. Era complicado, más allá del talento de Bruno, porque Milanesio era y es historia pura (12,8 de promedio histórico y 848 partidos, todos en el Griego, para uno de los más grandes jugadores que se han visto), pero era eso lo que había que afrontar.
“Mi corazón está borracho de felicidad. Soñé ese momento, ahí arriba del aro, muchas noches. Me hubiera gustado hacerlo de sorpresa, que la gente no lo supiera. Hoy sentía que era algo triste que no teníamos que vivir en esta noche de gloria. Pero me estaba dando el gusto de mi vida. Esto fue perfecto. Como una película. Lo que más me emocionó fue la gente cantando ‘Marcelo no se va’. Es lo que quiero, quedar para siempre en los corazones de la gente”, le contaba Marcelo a La Voz del Interior esa noche del 12 de mayo del 2002, cuando se retiraba siendo campeón.
Con la sensible baja que supuso la partida de Milanesio, a Atenas no le quedó otra que salir a rearmarse. Tenía que hacerlo, la historia debía continuar de alguna forma, y por eso salió con el objetivo claro de no caerse y redoblar la apuesta en la Liga. Quería otro título más, y apuntó a eso desde el primer momento.
La historia sin dudas tuvo un plus, porque para calmar la partida de Marcelo se terminó dando el regreso de Pichi Campana. Venía de jugar las anteriores dos temporadas en Boca y se hablaba de algunas diferencias con la dirigencia del club cordobés. De hecho Pichi amagó con el retiro al no recibir ofertas en Córdoba, un indicio de hacia dónde se podía rumbear todo. Todo terminó en una reunión donde acordaron su regreso a Atenas, y ya pisando los 38 años iba a mostrarse tan intacto como siempre, con esa calidad inigualable, ese caudal anotador de un fuera de serie para así emerger como uno de los grandes pilares del equipo.
Campana venía de un Boca que se quedó corto la temporada anterior (Libertad lo barrió 3 a 0 en cuartos de final), pero con números muy buenos (15,2 puntos). Había decidido radicarse en Córdoba y era la vuelta al club después de aquel periodo brillante de cuatro años entre 1996 y 2000 donde había ganado dos Ligas Nacionales, el Panamericano de Clubes y dos Ligas Sudamericanas. La gente lo esperaba con los brazos abiertos, con ansias, en lo que era el comienzo de su último ciclo con la camiseta del Verde. Y fue brillante: 15,6 puntos (51% en dobles y 29% en triples) para liderar con experiencia y un muy sobrio goleo a todo Atenas.
Los cordobeses sumaron entonces al Huevo Sánchez en el banco (en lugar de Horacio Seguí), que venía de dirigir varios años a Quilmes, ascendiendo desde el TNA (campeón en el 99 de la segunda categoría) y teniendo tres años muy buenos en la Liga (venía de ser semifinalista las últimas dos campañas).
"Pichi fue quien me hizo conocer lo que era dirigir a jugadores de otro nivel. Con él comprendí por qué a veces los técnicos dirigen con los brazos cruzados, por qué ese tipo de jugadores ganan tantos títulos y por qué no hay que sobredirigir cada avance y cada juego. Plasmaba soluciones, como su asistidor de toda la vida, Marcelo, y comprendía el juego. No necesitaba de que se le esté encima, creaba el juego. Antes era Orteguita, Miguelito o el Maradona del '90... no jugaba lineal, lo hacía zigzagueando como los mencionados... era una víbora en el aire. Esos brincos, pasos y destreza lo hacían imprevisible, y con él todos los scouting eran irresistibles. Tenía todo. Lanzamiento, esa creación que poquísimos la tienen, la de crear su propio tiro y encima iba a la línea y era una gotera… agotado o con presión, el destino siempre era la conversión", escribió el Huevo en sus redes sociales hace un tiempo y haciendo referencia a lo que fue compartir equipo con Campana.
En la base quedó Lábaque, y se rodeó un equipo importante con referentes y una serie de jóvenes que luego con el tiempo fueron trascendiendo. Lo Grippo (MVP de las Finales vs. Boca), Pelussi, Quincy Alexander y Lescano fueron claves, mientras que unos jóvenes como Fernando Funes (buen año en esa temporada), Reinick, Schattmann, Figueroa, Brezzo, Dentis, Ingratta, entre otros, también tuvieron acción y acompañaron. El desempeño de Bruno fue clave, porque tenía una misión difícil que era tomar las riendas del equipo post Milanesio. Y el resultado fue bárbaro: 18,9 puntos, 2,3 rebotes y 3,8 asistencias para un Lábaque de 26 años, que ya llevaba varias temporadas en el Griego pero que tuvo que hacerse cargo de un rol fuerte. Su muy buen rendimiento de esa temporada luego lo terminó catapultando a Italia, pero en esa 02/03 fue determinante en la conducción.
Atenas caminó por un horizonte positivo esa temporada. Si bien no arrancó bien y tuvo una primera fase irregular (ganó 3 de 6 en el grupo norte contra Libertad, Ben Hur y Andino), se recompuso en la siguiente etapa nacional donde logró una seguidilla importantísima. Terminó 2° en la fase regular, con un balance de 22 victorias sobre 30 posibles y detrás de Boca, que fue el 1. Y ahí se clasificó directo a cuartos de final, llegando a unos playoffs muy certeros ya que barrió sus primeras dos series: 3-0 a Belgrano de San Nicolás en cuartos y 3-0 a Obras en semifinales.
Llegó entonces a la final, en la que tuvo que enfrentarse al poderoso Boca de Duró. El Xeneize dio batalla, con un plantel muy rico en calidad y con jugadores como Cocha, Leiva, Gabini, Diego Prego, Guaita, Ruperto Herrera, entre otros. De hecho fue una de las series más parejas que se pueden recordar, en unas finales donde Boca arrancó con ventaja de localía y ganando los primeros dos juegos (81-78 y 85-66). Atenas emparejó la historia en su casa (92-87 y 100-92), y en su regreso a Capital logró una gran victoria de visitante que fue determinante, en el quinto punto de la llave y con un doble ganador de Campana (80-78). Finalmente, en el sexto juego y en Córdoba, en un emotivo partido que tuvo doble suplementario, el Griego se quedó con un triunfazo por 99-89 y gritó campeón.
Fue la octava estrella del equipo más ganador de la historia de la Liga Nacional. La anteúltima conquista que tuvo (la más reciente fue en 2009), en un grande que sigue latiendo en el recuerdo y que se llenó de gloria una vez más en ese 2003, como acostumbraba hacerlo, deslumbrando y en la boca de todos.
Fotografías: Marcelo Figueras