#HijosDeLaLiga: La historia de Mateo y Horacio Beigier
Nos adentramos en la intimidad de la familia Beigier. Horacio, el padre, un ala pivote que jugó más de 15 temporadas en la Liga Nacional, ascendiendo con Argentino de Junín del TNA a la A en 2003 y hoy como entrenador de Vélez, el club que lo formó. Mateo, el hijo, es uno de los jóvenes talentos de Ameghino en la Liga Argentina, un escolta muy versátil que cada vez se va ganando un mayor lugar en las consideraciones importantes dentro de la categoría.
Por Lucas Leiva
Cuando las raíces son los mismas, los caminos suelen tomar rumbo similares. En La Liga hay varios casos de estos. Está en la sangre, en los genes, en ese legado que uno, el padre, triunfante y con un recorrido ejemplar, le deja a su hijo, que toma la mochila y cargado de sueños va en busca de su propia historia. Hará el camino a su manera, de su forma, con su estilo, lo escribirá con su propia pluma, pero siempre es una valiosa guía tener como padre a un gran ejemplo.
En este sentido #HijosDeLiga relatará la historia de los Beigier.
Por un lado tenemos a Horacio Ernesto, el padre. Un ala pivote potente, quizá con una estatura baja para el puesto pero sin dudas muy fuerte y con un buen juego de piernas. Horacio, que se inició en Vélez Sársfield jugó un total de 12 temporadas dentro de la elite, la Liga Nacional de Básquet, pasando por Independiente de Neuquén, Boca, Gimnasia de Pergamino, Quilmes, Ferro, Pico FC, Gimnasia de Comodoro, Estudiantes de Bahía Blanca y Argentino de Junín. En la segunda división, en el TNA, el capitalino pasó por Lanús, Argentino (con quien ascendió a la LNB) y Obras, completando otras 5 temporadas más.
Horacio jugó 546 partidos dentro de la Liga Nacional, convirtiendo un total de 8339 puntos (15,3 de promedio), con el dato de haber sido elegido como la revelación de la temporada 1990/91 cuando jugaba en Boca Juniors. Tuvo su oportunidad en los procesos de selección argentina, recordando que disputó el Sudamericano de Montevideo de 1995. El interno pasó también por Ciudad de Buenos Aires y Vélez sobre el final de su carrera, con el dato de haberse retirado en el club que lo vio nacer y sabiendo además que hoy además es el entrenador del equipo fortinero que compite en el Torneo Federal.
Del otro lado tenemos a Mateo, el hijo. Estamos ante un escolta que puede desenvolverse fácilmente en otros puestos del perímetro, un joven de proyección y talento, que hoy tiene 19 años siendo un juvenil pero que ya viene sumando minutos y roce de experiencia en el ámbito profesional, defendiendo actualmente los colores de Ameghino de Villa María en la Liga Argentina, club en el que está desde hace dos años.
Mateo está haciendo sus primeros pasos en el profesionalismo, sumando rodaje y acomodándose cada vez más a esa vida que eligió seguir, la misma que emprendió su padre desde hace ya tantos años. Ameghino es su hogar en la actualidad, pero también hay que tener en cuenta que Mateo comenzó a jugar en Obras Basket, para luego pasar por Vélez y Pinocho, llegando al León en el 2018 y con el dato de haber sido campeón del torneo local U19 de la ABVM. Versátil y siendo una de las apuestas jóvenes de Ameghino, viene de convertirse en una pieza importante de la rotación del equipo de liga en la pasada 2019/20, oxígeno confiable que ingresa desde la banca.
LA RETROSPECTIVA DE HORACIO
Horacio fue un destacado jugador que dejó su sello dentro de la Liga Nacional y que fue parte de esas primeras camadas que surgieron desde su creación, en los #35AñosDeLiga. Si bien debutó en Independiente de Neuquén el 24 de marzo de 1989, quizá uno de los sellos más importantes de su carrera se dio en el paso por Junín, ya que marcó un ciclo de cuatro años entre el 2001 y el 2005, el club en el que más temporadas estuvo (4) y con quien logró el ascenso del TNA a la máxima división en el 2003.
Surgió en Vélez, donde jugó hasta su salto a Neuquén siendo aún un juvenil y de ahí pasó a debutar en la elite, forjando una trayectoria ejemplar en el alto rendimiento. Todo esto llevó a que, sobre el final de su carrera y de manera hasta romántica como un cuento, Horacio regrese a Liniers, como en sus épocas de joven lleno de ilusiones, para despedirse como jugador en el club que lo vio nacer.
"La verdad es que tuve una muy linda carrera como jugador, con errores y con aciertos. Hace poco estaba viendo algunos recortes viejos y me hizo volver un poco atrás en el tiempo. Tuve muchos entrenadores que me dieron un montón de cosas, como así también entrenadores de los cuales nunca haría lo que hicieron ellos, me sirve tanto para copiarlos como saber lo que no tengo que hacer. Después sobre el final tuve la fortuna de retirarme en mi club, en el club que me vio nacer. Debuté en Primera en Vélez, terminé jugando liga en Vélez, y gracias a Dios también debuté como entrenador en la liga para Vélez. Vélez es mi casa, y la verdad es que me siento muy a gusto".
"Fueron muchos años, mucha experiecia, muchas cosas lindas vividas y siempre bancando a la Liga. Viajes, grandísimos entrenadores y compañeros, muy buenos equipos... el básquet es mi vida, desde los 5 años que empecé a jugar no falto nunca a una cancha, siendo jugador como fueron tantos años como así también cuando pasé hace ya un tiempo a esta faceta de entrenador. Hasta cuando me rompí las dos rodillas el básquet siguió siendo mi vida, a los 15-20 días ya estaba en el club de vuelta con las muletas, viendo entrenamientos, con el kinesiólogo... el básquet para uno es todo".
Horacio llegó a jugar partidos oficiales con la Selección Argentina cuando representó al país en el Sudamericano de 1995, disputado durante el mes de mayo en Montevideo y donde el combinado nacional finalizó en el 2° puesto (perdió en la definición ante el anfitrión). En aquel torneo, el interno firmó 11,0 puntos de promedio. Compartió equipo con jugadores como Gabriel Moravansky, Gabriel Fernández, Daniel Farabello, Ariel Bernardini, Esteban Pérez, entre otros.
"Cada vez que lo encuentro a (Guillermo) Vecchio, que fue mi entrenador en la selección, me pasa esto de sentir ese eterno respeto por todo lo que aprendí. Mismo con los chicos de ese año que fuimos al Sudamericano, chicos divinos, con Josi (Gil) después jugamos en Argentino pero también habíamos armado un lindo grupo con el Gallo Pérez, Dani Farabello, Gabi Fernández, (Ernesto) Nito Michel con quien después jugamos juntos en Bahía... la verdad es que un montón de jugadores, chicos conocidos, de buena gente, lo que más me llega y lo que me deja el básquet".
Por su parte, Mateo tuvo que ir armándose todo un rompecabezas con lo que ha sido la figura de su padre. Por un lado tenemos que tener en cuenta que cuando nació, en el 2001, Horacio tenía 31 años y estaba jugando para Lanús, su segundo año en el Granate, equipo con el que jugó en la segunda categoría.
Hay que tener en cuenta que Horacio disputó su último año en Liga para el 2005, en su paso por Obras y con Mateo a un par de meses de cumplir 5. Esto llevó a que el hijo deba armarse una especie de figura de la faceta de jugador de su papá, porque claro, los recuerdos que tiene son un poco vagos, combinando todas esas memorias de la época de muy chiquito en Junín, pero sumando también algo de Obras, Ciudad y en el regreso a Vélez. A todo esto, le sumó los comentarios de los mayores que pudieron ver a papá jugando en su mayor esplendor y también una reseña reciente de haberlo visto en un video en Pico para la temporada 96/97.
"Me acuerdo muy poco de la etapa de mi viejo como jugador de la Liga, algo de Argentino de Junín pero son algunos flashes. Lo que sí me pasó hace un mes más o menos fue encontrar y sentarme a ver un partido entero de mi viejo cuando jugaba en General Pico, no recuerdo si habían salido campeones o habían ganado un partido importante, pero fue un momento donde vi muchísima gente, mucha hinchada, se notaba cómo se vivía el básquet muy parecido a Junín en esa época. La verdad es un clima muy lindo, y verlo jugando a mi viejo ahí fue lindo".
"Lo que me imaginaba era lo que me decía y contó la gente, esa imagen del jugador que fue mi viejo y cómo hacía su trabajo. Un pivote muy potente, con mucha fuerza abajo del aro, que tenía movimientos muy buenos. Todo eso que la gente siempre me contaba de cómo era mi viejo como jugador, lo comprobé en ese video de General Pico que vi hace poco".
UN JOVEN MATEO SIGUIENDO A PAPÁ A TODOS LADOS
'Inquieto'. Con esa palabra se autodefine el propio Mateo cuando busca conectarse a sus primeras memorias con el básquet. Y estamos hablando de una época donde era demasiado chico, con 4 años y hasta menos, con la familia Beigier viviendo en ese entonces en Junín ya que Horacio estaba militando en aquel exitoso periodo dentro de Argentino.
En aquel entonces, un Mateo muy pequeño era compañero de papá a todas partes donde fuese. Excepto en los entrenamientos donde Horacio confiesa que no lo llevaba para no dejarlo solo ni que se golpease o algo por el estilo, Mateo siguió a su papá a todas partes, desde los partidos, entrando a los vestuarios, compartiendo los asados semanales con el plantel, y empezando a tener poco a poco toda esa vida de básquet que a posterior se iba a convertir también en su elección de vida. El propio Horacio lo cuenta con recuerdos muy vívidos de aquella etapa.
"Sinceramente no sé hasta dónde puede llegar Mateo, pero de verdad creció tanto con el básquet que tiene mucho vestuario, le encantaba meterse en los vestuarios y estar con todos los jugadores. Después de los partidos Mateo y Tomás se bañaban conmigo y los jugadores, tenían 3-4 años, en esa época que estuvimos en Junín con Argentino. La verdad es que Argentino es un club maravilloso donde hay mucha vida social y cada vez que había algún asado con los jugadores del plantel o lo que sea, Mateo venía conmigo. Había una costumbre en Argentino en la que todos los jueves se hacía una peña en la casa del Cabezón Marchese, y todos esos jueves nos juntábamos a comer asado, podía faltarte cualquier cosa menos el asado, y esas cosas me quedaron muy grabadas de esa etapa maravillosa que vivimos ahí en Junín. Y Mateo era un chico que se sentaba en la mesa y prestaba atención a todo, callado, no molestaba a nadie sino que escuchaba y miraba todo".
"Creo que en ese tiempo donde pudo ver un poco toda esa intimidad de un equipo, las cosas lindas que se viven, esas peñas, esos asados, esas charlas entre jugadores... creo que son cosas que lo pueden marcar para un futuro como jugador. Cuando jugamos en el Barrio que ascendimos fue algo precioso. A Paraná no habían ido porque eran muy chiquitos, se jugaba en invierno y si bien salimos campeones allá por ahí era un clima medio complicado al ser visitante y por eso no fueron. Pero cuando llegamos a Junín, que tardamos 3-4 horas en volver, recuerdo que Mateo, Tomás y Martina se quedaron pegaditos conmigo... Mateo a upa no se me despegó ni un segundo de los brazos, que recuerdo que hay una foto que me sacaron para un diario hermosa donde estoy con los bolsos, destruido, muerto, y Mateo a upa mío feliz, como sabiendo todo lo que se había logrado... fue maravilloso".
"A Mateo le gustaba vestirse de jugador, ponerse mi camiseta, mis zapatillas (risas). Todos tenían su camiseta, tanto Mateo como Tomás y Martina, e iban a verme a los partidos cada uno con sus camisetas de Argentino puestas. Esas cosas son increíbles. Son recuerdos únicos de esa relación tan linda, donde Mateo siempre fue un compañero mío con el que iba a todos lados. A los entrenamientos no lo llevaba mucho porque era chiquito y me daba cosa dejarlo a un costado solo, con el medio de que se pueda golpear y eso, pero si fuera por él se iba conmigo hasta en esos entrenamientos. Por eso desde muy chiquito Mateo era un integrante más del equipo, un jugador más, lo veías desde afuera y era ese otro jugador del equipo".
Mientras va recordando esos flashes en Argentino, Mateo tiene claras imágenes de andar con su padre y seguirlo de un lado para otro. Hasta con el hecho de vestirse como Horacio, con la camiseta y unas zapatillas le quedaban gigantes, imagen que derrochan ternura por donde quiera verse. El objetivo del joven Mateo era buscándolo imitar, en esa imagen de idolatría y adoración de un hijo hacia la figura de su papá.
"Si pienso en el primer recuerdo que tengo de chiquito se me vienen instantáneamente imágenes de básquet, de cuando era muy chiquito cuando mi viejo jugaba en Argentino de Junín. Se me vienen a la cabeza momentos de estar en la cancha, hay algunas fotos de todos esos años y hasta incluso con algunas remeras de Argentino. Siempre me ponía remeras intentando copiar a mi viejo, o hasta sus zapatillas (risas)".
"Lo de los asados me acuerdo algunas pequeñas imágenes, se me pasan flashes muy rápidos por la cabeza. También recuerdo de meterme en los vestuarios de Argentino. Había un americano que se llamaba Fred Williams que le tenía mucho respeto y lo quería porque era un extranjero (risas). Yo era muy inquieto, entonces además de Argentino también recuerdo que me metía en los vestuarios de Obras, de Vélez, de Ciudad, siempre siguiéndolo a mi viejo y yendo para todos lados. Para mí se hizo muy común todo eso".
COMPARTIENDO LA MISMA PASIÓN
Está claro que tanto Horacio como Mateo comparten esta misma pasión por el básquetbol, algo que los ha llevado por caminos similares y les ha dado tantas satisfacciones en lo que llevan de carrera, ya sea alguien como Horacio con una trayectoria muy extensa dentro de la Liga Nacional, como así también Mateo que respira ese básquet de su concepción.
Y acá hay similitudes, porque Horacio arrancó a jugar a los 8 años en Racing, pasando luego por Imperio Juniors hasta que en el 84 aterrizó en Vélez, el club de sus amores. Claramente sus padres, Osvaldo y Agustina, fueron claves para darle alas a un Horacio que desde muy joven partió rumbo a Neuquén con sus sueños de profesionalismo, esa mochila llena de ilusiones que terminaron transformando al emblemático jugador y la figura que representa dentro de la historia.
Por el lado de Mateo, y si bien creció en el seno de una familia que ya respiraba básquet gracias a Horacio, el camino fue muy parecido desde abrazarse a una pasión y no soltarla más. Para Mateo fue tener una pelota en sus manos incluso sin llegar a ser muy conciente de lo que sucedía, y hasta practicando tiros al aro con su hermano Tomás. Llegaría más adelante el comenzar a jugar en un club, que sería Obras, pero repasando esos años en Junín las anécdotas siguen aflorando para Horacio.
"Recuerdo que cuando Mateo nació yo estaba jugando en Lanús, y una de las primeras cosas que ya tenía Mateo era esto de ir sintiendo el básquet desde bebé. Mateo nació y convivió desde chiquito con una cancha, con un vestuario. Para agosto o septiembre nosotros nos vamos para Junín, ahí seguía siendo muy chiquito. Era irse de Buenos Aires, moverse con toda la familia, con los chicos, para llegar a un lugar que realmente fue maravilloso. Argentino es un club donde la parte principal es el barrio, es un club de barrio, y recuerdo que la casa que teníamos era en Alsina y Almirante Brown, a tres cuadras de la cancha, en el Barrio Las Morochas. Mateo siempre me acompañaba a todas partes, le encantaba ir al club, hacer actividades, iba conmigo a todos lados entonces se conocía a todos los jugadores, a los chicos del equipo".
"Yendo un poco más atrás en el tiempo... Tomás y Mateo andaban en pañales y lo primero que hice fue comprarles un aro. En un Juego de las Estrellas nos regalaron aritos, y tenía guardado ese arito chiquitito que recuerdo habérselos pegado en un mueble y tanto Mateo como Tomás jugaban al básquet ahí con una pelotita. Mateo tenía algo muy gracioso que gateaba con la cola, no usaba los pies (risas), entonces llegaba al aro gateando... imaginate que tiraba y encestaba siendo ya tan bebito. Cuando fue siendo más grande y creciendo les compré otro aro que se lo compré a Pablito Gil, que era herrero, y jugaban ahí al básquet".
Mateo por su parte entiende que muchos de los estímulos que inconcientemente recibió por la misma cotidianeidad en la que vivía la familia fueron claves para que su pasión por el básquet no tarde en llegar. Obviamente que la alternativa a seguir el camino que desee siempre estuvieron abiertos, tanto para Mateo como así también para Martina y Tomás. Y es que tiene obviedad pero hay que destacarlo, subrayarlo y por supuesto también valorarlo: ¿Qué padre no quiere simplemente que su hijo sea feliz? Sin dudas que tanto Horacio como mamá Mónica siempre quisieron y querrán lo mejor para sus hijos.
"Lo primero que se me viene a la cabeza es toda esa época de Argentino de Junín. Fueron 4 años ahí, y después a medida que fue pasando el tiempo también los recuerdos son un poco más claros, como por ejemplo en la etapa de Obras de mi viejo que también en ese momento fue cuando comencé a dar mis pequeños pasos en el básquet. Ahí empecé a jugar de pulguita, de muy chiquito. A medida que fue pasando el tiempo fui acompañando a mi papá a todas partes donde iba. Recuerdo Ciudad, después Vélez, ahí ya estando en minibásquet y en esa etapa en Vélez llegó hasta dirigirme mi viejo. Tengo recuerdos muy lindos de toda esa primera época, me voy acordando por imágenes, pero siempre estando ligado al básquet".
"La descendencia me ayudó mucho a determinar lo que quería. Pero desde muy chiquito ya me gustó el básquet, y soy al que más le gustó el básquet de todos mis hermanos porque mi hermana por ejemplo se dedica con el Gobierno de acá de Buenos Aires y mi hermano se está dedicando a estudiar cine. Cada uno eligió su camino y yo fui el que se decidió por seguir dentro del básquet, el que siguió".
"Sin dudas que las cosas y el camino que elijamos cada uno de nosotros iba a estar apoyado por mis viejos, en eso siempre hubo libertad. En algún momento, teniendo 11-12 años, no recuerdo muy bien pero tenía cerca de esa edad, había empezado a jugar al fútbol en Unión Florida y me acuerdo que iba lunes, miércoles y viernes a básquet, y martes y jueves jugaba al fútbol. Y siempre me acompañaban mis viejos, a todo. La verdad es que la libertad que nos dieron estuvo siempre, lo que eligiese cada uno estaba bien. Después con el tiempo el fútbol quedó de lado y me fue picando cada vez más el bichito del básquet, me gustó cada vez más. Y así paso a paso, hasta el día de hoy donde estoy dedicándome profesionalmente. La verdad es que todo se fue dando de forma bastante natural, uno va sintiendo esas cosas, pero se va dando todo muy natural".
EL CONSTANTE DESARROLLO DE MATEO
Como explicábamos previamente, los estímulos que recibió Mateo desde chico con el básquet han sido muy fuertes. Por supuesto, estamos ante un joven que creció ligado a este deporte desde la cuna, desde que tiene uso de razón. Pero claro, en algún momento el juego empieza a exigir mayores responsabilidades a medida que uno crece, con el paso de los años y mientras uno va formándose.
En este sentido, Mateo está en una etapa importantísima de su desarrollo, ganándose un lugar poco a poco en Ameghino durante los últimos años, recordando que el paso a la Liga Argentina lo hizo tras decidir buscar nuevos horizontes mientras se encontraba en Pinocho. Hoy pasó su segundo año bajo el mando de Pablo Castro, dentro de una institución que no solo le ha sabido dar lugar a muchos jóvenes sino que además los cuida y apuntala preparándolos para el futuro.
Quien toma la palabra en este caso es el propio Mateo, explicando sus sensaciones en Ameghino, sabiendo que en una temprana edad tuvo que armar sus valijas e irse a varios kilómetros de distancia de casa para emprender ese sueño del profesionalismo. Trabajando, los resultados fueron llegando a través de su trabajo serio y responsable.
"Pasé de Pinocho a Ameghino justo a mitad de año, justo cayó por la fecha del cumpleaños de mi mamá recuerdo, el 15 de junio del 2018. Ahí llegué para Villa María, en Ameghino. Recuerdo que me fui solo para Córdoba, con mi valijita, con mi mochila llena de ilusiones, era mi primera experiencia lejos de casa. Tengo en la memoria eso de haber llegado un fin de semana y me llevaron a conocer la ciudad. Después me llevaron a la casa, en ese momento vivía con Kiki Zenclussen que ahora está en Central Entrerriano; y con Pancho Biagini, un chico chaqueño que estaba reclutado y que ya no está más. Con ellos viví los primeros meses, la primera mitad del año. Con el paso del tiempo fueron llegando nuevos reclutados y otros jugadores de Liga, y ahí fui cambiando de casa, pero me acuerdo en ese momento de llegar y vivir con ellos dos, con Kiki y Pancho. Kiki Zenclussen fue como un hermano más para mí en esos primeros meses que realmente fueron duros, y nos fuimos apoyando entre todos".
"El clic lo hice cuando tenía 15 años. Me pasaba en ese momento que me despertaba y lo primero que pensaba era en ir a entrenar, en ir al club. Para ser sincero no me gusta mucho la escuela (risas), y en ese momento era no tener ganas de ir a la escuela y querer solamente ir a entrenar, dedicarme al básquet, intentar llegar a ser un jugador profesional. Ahí fue como que hice un clic y le insistía a mi mamá con que no quería ir a estudiar porque quería jugar al básquet, quería dedicarme al 100% al básquet. Empecé a ya no tomármelo más como un hobbie sino que quería ser profesional. En Pinocho también tuve una situación, cuando sentí que en el club ya había llegado a mi techo y buscaba dar otro salto. Ahí fue cuando pensé en cambiar de club, en irme a un club más grande para dedicarme a full al básquet y poder llegar a ser profesional. Fue en ese momento que surgió la posibilidad de irme a Ameghino. Fueron cambios que creo que me marcaron un camino para llegar adonde estoy hoy, ahora viviendo todo esto tan lindo en Villa María y aprendiendo mucho".
"Estoy en un gran club por suerte, y la verdad es que intento ser una esponja para absorber todo de todos. Que haya confiado en nosotros los juveniles es algo increíble porque podemos darles una mano a los jugadores más grandes. Muy pocos juveniles tienen la posibilidad de jugar tanto en otros clubes, pero en Ameghino lo hemos podido hacer. Creo que el club apuesta por los jóvenes porque saben que siempre vamos a querer lo mejor para el club y para el equipo, trabajamos mucho tiempo para reforzar al plantel. Tengo un sentimiento de profundo orgullo ya que a tan corta edad me den y nos den a mis compañeros una gran responsabilidad y que podamos cumplirla es muy gratificante. No todos tienen esta chance y en mi caso la estoy asumiendo con muchísima responsabilidad".
Por su parte, Horacio se siente feliz de los pasos sólidos que viene dando su hijo. Más allá de que remarca que lo más importante es cómo se siente Mateo y que su misión es acompañarlo como ese fiel padre que busca siempre ser, la sensación de que también sea parte del círculo de clubes de la Liga Nacional representa un orgullo, y más viendo a su hijo estando dentro una institución que trabaja mucho. A su vez, deja una hermosa reflexión de lo que ha permitido el avance y desarrollo de la Liga, desde la formación y la composición no solo de un torneo sino también de jugadores y todas las patas que componen la estructura del básquet argentino.
"Creo que hoy Mateo está haciendo una transición al profesionalismo. Desde chiquito quiso ser un jugador de básquet, un profesional, y creo que ahora está saliendo de ser un chico y haciendo una transición al profesionalismo. Si bien está en Liga Argentina y es un nivel profesional, Mateo está aprendiendo de todo eso. Obviamente es un orgullo que Mateo esté donde esté, siendo parte de la Liga Nacional, es realmente un orgullo".
"Considero que mi generación, y una generación antes también, somos Hijos de la Liga, por eso el nombre me encanta y hoy me da orgullo verlo a Mateo siguiendo por este camino. Pensá que yo debuté en el 85-86 en Vélez, jugando Liga B, y pasamos por un montón de cosas, y antes de nuestra generación hubo otra que hizo más esfuerzo que la nuestra para que la Liga Nacional sea lo que es hoy, desembocando después en la Generación Dorada y todo lo que vino desde entonces... todos somos producto de la Liga Nacional. Con todo eso de fondo, me llena de orgullo que Mateo sea parte de la Liga".
"El día que Mateo me dijo que 'papi, me quiero ir a jugar a Córdoba', lo apoyé y le dije que me parecía perfecto. Siendo Ameghino, o cualquier otro club de la Liga Argentina o del Federal, también lo iba a acompañar. Eso lo fui, no sé si cambiando o pensándolo en todos estos años. Y que Mateo esté en la Liga me llena de orgullo, pero estoy en un rol de acompañarlo, de ayudarlo y estar para contenerlo. A mí no me importa que Mateo tenga tantos minutos o tantos puntos, me importa que esté tranquilo, que le guste, que sea feliz, que esté con buena gente y que lo desarollen, que tenga buenos entrenadores. Y personalmente pienso que Mateo está en el lugar indicado, que está en uno de los mejores clubes de la Liga Nacional, porque en Ameghino no le falta absolutamente nada. Está contenido por todos los lados en los que necesita un jugador reclutado, y la verdad es que eso es muy bueno. Me gusta que esté feliz, que sea partícipe de un equipo, que los compañeros sean buena gente".
"Si hay algo que me gusta mucho de Mateo es que no se parece en nada a mí (risas). Más allá del lugar que ocupamos dentro de la cancha, Mateo es un chico versátil, que puede jugar en cualquiera de los puestos del perímetro, que tiene muchísima dedicación y que es todo producto de ese trabajo que hace a diario para jugar, realmente es muy lindo eso. Yo cuando era más chico, cuando había arrancado en Vélez y tenía eso de su edad, también era flaco y alto como Mateo, pero me mandaban a jugar abajo cerca del aro, y después de flaco pasé a irme para el otro lado (risas). Me gusta esa versatilidad que tiene Mateo, es muy inteligente y eso lo sabe aprovechar también a la hora de jugar. Lo disfruto mucho".
UNA RELACIÓN UNIDA Y LA EXPERIENCIA DE COMPARTIR EQUIPO
Por cuestiones familiares y de la vida, Horacio y Mateo están un poco más separados en cuanto a distancias físicas más allá de lo que significa la vida del hijo como jugador en Ameghino de Villa María y el trabajo del padre como entrenador en Vélez Sarsfield. Pero independientemente de esto, la relación entre ambos se mantiene muy unida más allá de vivir en casas separadas, y esto es sin dudas parte de esa preocupación y dedicación mutua que tienen entre ambos, esa relación cercana, unida y transparente que trasciende ese posible espacio físico.
Horacio cuenta y analiza un poco la situación de que en algún momento sintió que podía haber actuado con cierta presión hacia sus hijos, parte de errores que puede cometer cualquiera en ese aprendizaje de justamente ser un buen padre en todo momento. No obstante, el saldo positivo es el que hay que destacar en este punto es la lección tomada, manteniendo ese vínculo cercano con los hijos y disfrutándolos verlos crecer y ser felices en sus propios caminos.
"Ya hace bastante que con Mateo no vivimos bajo el mismo techo por haber tomado caminos diferentes. Pero aún así, uno como padre se preocupa, yo lo extraño mucho. Mateo va a forjar su camino y carrera como disponga. Si me tengo que hacer una autocrítica me la hago, no tengo problemas. Y la verdad es que cuando ellos eran chiquitos era muy hincha, querían que hagan un deporte, que jueguen al básquet, que sigan estas cosas... pero después de muchos años de terapia aprendí que a los hijos hay que acompañarlos y dejarlos volar. Ahora tengo 50 años y por ahí también uno piensa distinto, porque pasaron casi 20 años. En ese momento quizá pensaba de otra manera, hoy sinceramente me llena de orgullo lo que está haciendo Mateo, por eso siempre estoy para apoyarlo y ayudarlo en lo que necesite".
Mateo en tanto habla un poco de esa relación actual que sostiene con su padre, sabiendo que más allá de que el apoyo entre ambos es constante y que cada uno estará para el otro en todo momento, cada vez que lo necesite, también destaca el respeto que se tienen desde la parte basquetbolística. Ni Mateo interfiere en el trabajo como entrenador de Horacio, ni Horacio busca meterse mucho en los aspectos técnico-tácticos de Mateo. Obviamente, si uno busca alguna opinión del otro, también ahí estarán presentes.
"La verdad es que cuando hablamos de básquet con mi papá podemos hablar de todo, de lo que sea, es general. Quizá pasa que mi viejo no se mete mucho en mi juego y esas cosas, como así tampoco yo me meto mucho en su parte. Hablamos mucho de las cosas que vamos viviendo y experimentando, de nuestros equipos, de nuestros compañeros, pero tenemos por así decirlo un límite donde uno se mete demasiado porque respetamos nuestros espacios, no tan detallistas. Sí obviamente nos comentamos cosas porque nos seguimos mutuamente, él con lo mío y yo siguiéndolo en su trabajo con Vélez, hablamos de qué tan bien están los equipos, qué jugadores están jugando bien pero tampoco profundizamos tanto".
Los Beigier tuvieron la posibilidad de compartir equipo tanto en Vélez cuando Mateo era muy chiquito, como así también hace un par de años cuando ambos coincidieron en Pinocho. En ese entonces podíamos ver a un Horacio ya en su faceta de entrenador, y a un más joven Mateo que estaba en cadetes y que también jugaba como juvenil.
"Mi padre siempre fue mi padre, más allá de estar dentro de la cancha, eso en todo momento fue así. Quizá cuando le tomé un poco más respeto fue cuando estuvo como mi entrenador, porque siempre dentro de la cancha era mi entrenador y no mi padre, recuerdo inclusive llamándolo por su nombre, Horacio, y no le decía 'papá' porque claro, era mi entrenador en ese momento. Después, cuando salíamos de la cancha, ahí sí ya pasaba a ser mi papá por así decirlo, porque ya no lo veía como mi entrenador".
"Tuve la oportunidad de tener a mi viejo como entrenador en dos oportunidades. Una fue en el minibásquet en Vélez, de donde hice grandes compañeros con los cuales sigo en contacto y me sigo hablando, y después cuando me dirigió de más grande en Pinochos, en el 2016-17. Ahí también, esa misma situación de mi parte de respeto por su función, porque ahí entrenábamos con U17 y U19, y siempre lo traté como mi entrenador, no como mi papá. Yo sabía muy bien cuándo decirle las cosas, cómo hacerlo. Y como siempre, era adentro del club 'Horacio', y cuando salíamos del club ya era de nuevo 'papá'. Esas cosas siempre las tuve bien marcadas, respetaba ese espacio", cuenta Mateo.
Acá se desprenden situaciones que desde las sensaciones pueden variar, ya que mientras el joven Mateo buscó separar las partes y entender los distintos escenarios y roles, para Horacio no fue tan sencillo por el cúmulo de situaciones con las que a veces un padre entrenador debe lidiar. De todas formas, ambos claro que coincidieron en que fue un momento de disfrute para ambos.
"Para ser sincero no fue una situación muy cómoda, porque quizá uno se pone exigente o hincha, y eso quizá afectaba la relación padre/hijo. Lo hice y en ese momento lo disfruté mucho, pero después a medida que pasó el tiempo me di cuenta que fue una situación difícil de manejar. Porque yo soy el papá de Mateo, y me gusta que esa relación sea así siempre y no que quizá pasar a un rol de ser entrenador donde uno les exige a todos por igual pero tal vez sin darte cuenta terminás exigiéndolo y presionándolo más a tu hijo. Eso lo entendí con el tiempo", arranca a relatar Horacio por su parte.
"Si bien uno siendo entrenador a los chicos los cuida y trata de guiar como si fueran sus hijos, esa relación jugador entrenador siempre se mantiene, pero en este caso a mí me costaba, en ese miedo hasta de quizá dañar la relación por fuera de la cancha. Por eso prefiero estar desde otro ángulo, disfrutarlo mucho más así y verlo crecer, siendo feliz. Siendo un entrenador quizá al ver un partido de básquet uno lo analiza más tácticamente, pero verlo a Mateo hoy así me encanta porque lo disfruto, veo las cosas que va sumándole a su juego, qué cosas mejoró y qué otras tiene por seguir mejorando. Estas cosas, hablándolo con Mateo, solo se las digo si me pregunta porque no quiero esto de invadirlo, sino acompañarlo. Si me pide alguna opinión y quiere hablar de algo específico, estoy para hablarle como su padre".
"Si bien me retiré más en la etapa de Ciudad de Buenos Aires donde Mateo me acompañaba siempre en todos los partidos, como así también en la época de Vélez que Mateo estaba en mini y yo estaba jugando en la Primera y a su vez dirigía, algo que lo sentía bien y me gustaba porque los chicos se identificaban conmigo al ser jugador en la liga pero a su vez el entrenador. Mis últimos 4 años como jugador que fueron en Vélez los compartí con Mateo, y eso estuvo muy bueno porque lo vivimos de una forma muy linda, compartiendo muchísimas cosas maravillosas. Además desde esa parte de padre también vi el crecimiento que fue teniendo".
UN MISMO APELLIDO, PERO DOS CAMINOS DISTINTOS
Cuando se habla de transmitir ese amor por lo que uno hace, y en consecuencia de este legado que pasa del padre al hijo, erróneamente puede pensarse que el apellido tiene que ver con trazar una trayectoria similar o de la misma magnitud a la que hizo su predecesor. Y la realidad es que tomarlo de esa forma resulta ser contraproducente, ya no nos debemos olvidar que partimos de la base en la que cada uno es libre de sus elecciones y que cada uno es un caso aislado y diferente.
Pero nunca está mal reforzar este concepto y subrayarlo cómo debe ser, porque los padres son los últimos que tratan de poner alguna especie de sombra sobre sus hijos, y este caso Horacio explica que independientemente de lo que su hijo haga, lo único que le importa es verlo feliz haciendo lo que le gusta. Pensar en esos otros aspectos no tienen lugar, y en esto confía plenamente la carrera de Mateo en las manos de Juan Pipa Gutiérrez y Maxi Fernández.
"Siempre que hablo con Mateo hago hincapié en esto de que él va a llegar hasta donde quiera, todo depende de él, del nivel de entrenamiento y de exigencia consigo mismo. También hay otros factores como esto de ir al club ideal, en un equipo ideal, de llegar en el momento justo... hay otros factores que también uno no los tiene tan en cuenta pero son igual de importante que los propios. Y Mateo va a llegar hasta donde tenga que llegar. Mi sueño es que esté bien y sea feliz. ¿Dónde va a jugar? Donde quiera y pueda, me parece que tiene que hacer y llegar hasta donde pueda, sí obviamente romperse el lomo entrenando y haciendo lo que tiene que hacer, pero no tengo dudas que va a llegar adonde quiera y pueda. Obviamente todos los vamos a ayudar y acompañar, por eso está Juan y Maxi que son dos grandes profesionales y que lo van ayudando marcando su carrera".
"No me gustaría que sea jugador por el apellido Beigier sino que haga su carrera, que siga su propio camino, y eso me pone contento porque sé que ama el básquet y lo apasiona tanto que sigue lo que siente y es feliz con esto. Que siga lo que sienta, lo que le guste, y que llegue donde quiera y pueda. Mientras haga eso a mí me va a poner siempre muy feliz".
Por su parte, Mateo confiesa que mucha gente se le acercó o le habló para mencionarle cosas de su padre, y más allá de su juventud, se lo nota muy bien preparado para entender y darle importancia a lo que realmente debe interesar, que es esa calidad como persona de cada uno y saber que está haciendo su propio camino, muy lejos de tener alguna imagen de su padre persiguiéndolo. De hecho, el mismo espacio que ellos se dan, el mismo respeto que ambos se tienen y la mismas libertades, refuerzan más ese concepto.
"La verdad es que muchísima gente me reconoció por mi viejo. Compañeros, rivales, dentro y fuera de la cancha, árbitros, los entrenadores... e incluso hinchas de otros equipos que me preguntaban por mi papá. No solo estos años, sino que desde chico me reconocían, pero yo siempre lo tomé con tranquilidad. Nunca lo vi de otra forma. La verdad es que la gente que siempre se acercó para hablarme de mi papá lo hizo comentándome esa imagen que tiene como buena persona que es, y eso me pone contento".
"Siempre supe muy bien cómo era el juego de mi viejo, y creo que incluso eso hizo que la gente no buscara similitudes entre nosotros. Yo siendo más escolta, mi viejo jugando más abajo del aro, la verdad es que desde el vamos ahí ya tenemos distintos roles. Igual me ha pasado de gente que me ha dicho que tengo cosas parecidas a mi viejo en su juego, pero también muchas otras diciéndome que nada que ver. La verdad es que yo me lo tomo con mucha tranquilidad, porque mi viejo ya tuvo su tiempo como jugador, hizo lo que tenía que hacer, consiguió cosas importantes; pero ahora me toca a mí empezar a hacer mi propia tapa y mi historia".
DE PADRE A HIJO; DE HIJO A PADRE
Respetando la misma línea que viene sucediendo a lo largo de los párrafos anteriores, Horacio hace una pausa y reflexiona para hablar una vez más de Mateo, de su hijo. Esa misma sangre que, al igual que con Martina y Tomás, solo quiere que le depare un camino de rosas y de felicidad, en esa misma sensación que tiene un padre para con sus hijos, para con la satisfacción y la sonrisa de sus hijos.
Obviamente que la sonrisa de ellos es lo que más lo retroalimenta, y por eso mismo también ha decidido acompañar en este caso a Mateo pero desde el vínculo real, desde esa unión más genuina, sin estatus asumidos, solamente con el corazón, viéndolo crecer y obviamente que en el transcurso compartiendo todas estas hermosas satisfacciones que se desprenden de nuestro básquet. Ver a su hijo desarrollarse, elegir su propio camino y hacer lo que ama, sin dudas es el mejor regalo para Horacio.
"Estoy en una etapa donde he decidido acompañarlo a Mateo en este proceso. Pero lo quiero hacer desde un punto que me parece súper importante, que fue dejar su carrera en manos de gente buena y que sabe de básquet, porque yo solo quiero ser el papá de Mateo. Quiero cumplir el rol de padre y no el rol de entrenador. Me quiero vincular con Mateo a través de nuestra relación real de padre e hijo. Antes lo veía jugar todos los días y obviamente que era hermoso, pero que se haya ido a Córdoba es por un bien suyo. Los últimos dos años lo vi una sola vez jugar, y en un 3x3 en Obras también, pero es por el futuro de él, la carrera de uno es así y me parece bárbaro porque sé que está haciendo lo que lo hace feliz. A mí me pasó también que a los 18 años me fui a jugar muy jovencito a Independiente de Neuquén, y son las cosas que pasan cuando uno decide seguir en el básquet. Mi fortuna es acompañarlo, apoyarlo, y que Mateo sepa que su papá siempre va a estar".
"Siento que lo más lindo del mundo para los dos es el básquet, lo más hermoso para nosotros es estar metidos en el básquet y cada vez que nos juntamos a hablar de básquet tenemos lindas y largas charlas, pero como pares, opinando de los equipos, de la competencia y demás. Pero la realidad es que no quiero estar encima de su carrera, quiero acompañarlo. Por eso tiene gente a su lado que aparte de ser buena gente son muy profesionales, como es Pipa Gutiérrez y Maxi Fernández, a quienes les dije que quería que manejen la carrera de Mateo. Lo que me pregunten voy a opinar, pero decidí opinar como padre, y yo como padre a Mateo lo acompaño".
"Que lo desarrollen. Cuando tuve 16 o 17 años tuve grandes compañeros, donde ellos me iban marcando el camino y desarrollando, además del entrenador y de los dirigentes, y eso es lo que necesita Mateo, contención del lugar en el que está, y pienso que está en un muy buen lugar, por el club, por el grupo de trabajo, y por todos los compañeros que tiene. Por ese lado estoy tranquilo, y me gusta mucho acompañarlo en este proceso, la verdad es que disfruto mucho acompañarlo desde este lado. Me gusta saber cómo está, cómo le va, cómo se siente".
Mateo en tanto comparte este vínculo y lazo tan visceral que los une. No hay mucha vuelta que darle, es su padre y todo está más que dicho desde el respeto, la admiración pero sobre todo desde el cariño y el amor, de ese afecto y sentimiento único. Ya sea compartiendo un almuerzo, alguna merienda, o coincidiendo en otras amenas oportunidades, casi siempre con básquet mediante, el hecho de estar el uno para el otro es el símbolo de confianza y fidelidad recíproca que tienen entre ambos.
"A mi viejo siempre lo traté por lo que es, como mi papá, no puedo verlo de otra forma. Siempre tuvimos mucha confianza, mucha buena onda entre nosotros, donde nos podemos contar cualquier cosa que nos íbamos a apoyar siempre. La verdad es que quizá no somos de hablar mucho porque mi viejo tiene sus cosas y por otro lado yo tengo las mías, pero lo más importante es que sabemos que uno puede contar con el otro para lo que fuese. Si hay un problema o pasa algo, siempre vamos a estar juntos para acompañarnos".
"La verdad es que cuando vuelvo de Córdoba para Buenos Aires, siempre que sucede nos juntamos para merendar y comer. Y ahí charlamos de todo, cosas de cualquier tipo. Nosotros tenemos un lindo y buen vínculo de padre e hijo, pero también desde lo basquetbolístico, que es otra parte que nos une bastante. Cuando nos juntamos hablamos de todo, no tenemos mucha vuelta, y podemos sentarnos a hablar de cosas de básquet como la Liga, los extranjeros, el Federal donde está dirigiendo ahora, cómo está la Liga Argentina sea la Norte o la Sur. Pero bueno, como decía, no solo estamos hablando de básquet, sino que también de nuestras cosas más personales".