Informes Especiales · 30 de Julio de 2020
Fernando Posetto, el dueño de los cuatro ascensos
Nano Posetto fue uno de esos jugadores de excelencia que dejó una gran huella en la extensa historia de la Liga Nacional. Con más de 20 años de carrera profesional, militando tanto en la A como en la Liga Argentina, es uno de los más ganadores al acumular cuatro ascensos a la elite: Banco Córdoba 1992, Luz y Fuerza 1995, Ben Hur 2002 y La Unión 2005. Prestigio absoluto a una carrera envidiable.
Por Lucas Leiva
La historia de la Liga Argentina de Básquet está compuesta por nombres de altísimo prestigio, jugadores que dejaron y siguen dejando una gran huella a través del tiempo, que más allá del paso de los años demuestran haber dejado grabada una trayectoria tan importante que será recordada siempre. Desde la magia que pudieron pulir y desplegar, desde las estadísticas que supieron romper y liderar, desde los logros que consiguieron en base a años de sacrificio para alcanzar la gloria, podemos armar una lista de jugadores épicos con una reputación enorme. Todos ellos, parte de la gran historia de la segunda categoría, dueños de una codiciada trascendencia que no todos pueden alcanzar.
Uno de esos grandes nombres es el de Fernando Posetto. El Nano es una de las leyendas que tiene la rica historia de la Liga Nacional, con más de veinte años de trayectoria pasando tanto por la ex Liga B como así también desde la creación del Torneo Nacional de Ascenso (TNA) y varias temporadas dentro de la máxima categoría. Sin dudas es uno de esos jugadores que marcó una época dentro de nuestro básquet, donde uno de los hechos más marcados dentro de esa gran carrera fue haber ascendido en 4 oportunidades, un privilegio que pocos pudieron lograr.
El sanfrancisqueño se formó en El Ceibo, su club natal, y luego pasó a Sportivo Belgrano de la misma ciudad. Su despegue comenzaría a darse lejos de casa, cuando por cuestiones académicas se trasladó a Santa Fe para seguir con sus estudios universitarios. Allí, con mucha incidencia en lo que en ese entonces era el segundo escalón del básquet, la Liga B, pasó primero por Banco Provincial (1986 Liga B y 1987 tercera división) para luego recalar en Unión (88 y 89, ambos Liga B), después se trasladó a Corrientes donde militó en Córdoba Corrientes (1990 Liga B) e Ituzaingó (90/91 Liga B).
Los éxitos deportivos comenzaron a llegar cuando en la temporada 1991/92, cuando pasó a formar parte de las filas de Banco Córdoba, equipo dirigido por la dupla conformada por Gustavo Corsini y Javier Sánchez. Ese año, compartiendo equipo con jugadores como Carlos Colla y Pablo Melo, Posetto fue partícipe de su primer ascenso de la Liga B a la Liga Nacional. A la siguiente temporada 92/93 tuvo su anhelada llegada a la máxima categoría, siendo parte de la base que logró el ascenso con Banco Córdoba, y aunque el equipo se armó con grandes pretensiones (Pichi Campana, Diego Osella, Germán Filloy, Luis Oroño, Gabriel Riofrío, entre otros, fueron compañeros de Nano) no se lograron buenos resultados.
De allí se trasladó a Comodoro Rivadavia, para disputar en Gimnasia una nueva temporada en la Liga Nacional (93/94), y luego volvería a la segunda división, ya con el TNA instalado como reemplazo de la Liga B, para jugar en Luz y Fuerza de Posadas la 94/95. En tierras misioneras conseguiría su segundo ascenso, en aquel equipo conducido por Rubén Magnano y con compañeros como Jerome Mincy, Alejandro Coronel y Mario Milanesio.
Siguió en Luz y Fuerza, disputando la 95/96 de la Liga Nacional, para luego al siguiente año bajar nuevamente al TNA y disputar dos temporadas en Central Entrerriano (96/97 y 97/98). Pasó entonces a Ben Hur de Rafaela, lugar que posteriormente se convertiría en su nuevo lugar, donde echó raíces y se mantiene al día de hoy. Y es que en Ben Hur jugó un total de cinco temporadas, entre la 98/99 hasta la 2003/04, logrando su tercer ascenso a La Liga en la 01/02.
Posetto fue partícipe de un periodo glorioso para Ben Hur de Rafaela.
Fueron un total de tres temporadas en la segunda división y dos más en la A, teniendo en cuenta que durante todos esos años participó una temporada en Regatas Corrientes jugando Liga B (en aquel momento, en la 99/00, era la denominación de la tercera categoría). Rafaela no solamente se convirtió en su hogar, sino que además allí se recibió como uno de los grandes dentro de la categoría, siendo muy querido en la ciudad santafesina.
Tras culminar su exitoso ciclo en Ben Hur, para la temporada 04/05 se trasladó a Formosa siendo uno de los referentes del título y ascenso que ese año conseguiría La Unión, en el arranque del proyecto deportivo encabezado por Mario Romay. En ese plantel, dirigido por Daniel Frola, compartió equipo junto con el propio Romay, José Fabio, Ariel Zago, Mariano Franco y Rodney Gidney, entre otros. Tras subir una vez más a la máxima categoría, terminó jugando algunos partidos en la Liga para la 05/06 con La U para así cerrar su extensa y rica trayectoria esa misma temporada.
Con más de 400 partidos jugados a nivel profesional y más de 4000 puntos en todo este recorrido hemos ido describiendo, Posetto es sin dudas uno de los íconos más representativos de una época gloriosa de nuestro básquet argentino. Desde hace casi una década se encuentra vinculado al club Independiente de Rafaela, donde es entrenador y además lleva adelante un interesante proyecto deportivo. En el siguiente y distendido mano a mano, Nano hizo un repaso sobre todo lo que dejó su faceta de jugador profesional y su actualidad en tierras rafaelinas.
- Me quiero ir primero un poco a cómo comenzó todo, allá en San Francisco, en El Ceibo. ¿Te había llevado tu papá que ya estaba en el club?
. Sí, arranqué en El Ceibo porque mi viejo era entrenador del club y me llevó a jugar. Él era entrenador de las inferiores, y al principio yo iba porque me habían llevado y me gustaba, pero al tiempito le terminé de encontrar el gustito verdadero. Después, cuando tenía 16 años, mi viejo se fue a dirigir a Sportivo Belgrano que es un club de fútbol de la ciudad y ahí yo también pasé a Sportivo. Nos cambiamos juntos. Recuerdo que en esa época Sportivo había armado un equipazo, tenía a todos los mejores jugadores de la ciudad y estaba bueno eso porque el objetivo era salir campeón, cuando el campeonato local era furor y todo lo que había para jugar.
- Uno dice que tiene sus picos de mayor disfrute en el básquet, hablando de no tener presiones, en esos inicios, donde uno lo vivía quizá más desde la simpleza de jugar con amigos. Y en algún punto a vos no te pasó de retirarte en el lugar donde diste tus primeros pasos pero sí tuviste la particular de dejar el básquet estando en un nivel alto, en Formosa.
. En Formosa, exacto. Sí, seguro que viene por el lado que decís. A mí me pasó esto de tener la suerte de yo decidir dejar el básquet, algo que es muy distinto a que estés jugando y que de un momento a otro no tengas más ofertas o que te duela todo y te tengas que ir. Eso hace que un día bajes de categoría, al otro día volvés a bajar y así hasta retirarte. Tuve esa fortuna de que también cada tanto metía un ascenso, y eso me rejuvenecía. Me retiré a los 39 años en Formosa y sintiéndome bien con la decisión porque ya sabía que ese iba a ser mi último año. Mi satisfacción por el juego y todo lo que me daba y dio el básquet para esa altura ya lo tenía muy cumplido, y con creces. Es distinto al hecho de que el básquet te vaya alejando, porque ahí quizá el deseo no lo tenés satisfecho del todo. Por eso te digo que tuve esa suerte de tener esos ascensos, como el de Ben Hur que me rejuveneció y después esto de irme a Formosa ascendiendo también. Después de que ascendimos con La Unión era prepararse para jugar un año más, porque cortar después de una alegría así como esa es muy difícil. Se me dio la posibilidad de jugar un año más y en la A, así que terminé tomando esa última temporada. Terminé de jugar porque sentí que ya tenía un ciclo cumplido, no por una cuestión de falta de ofertas en el mercado o capacidad, porque es como decís, físicamente me sentía muy bien cuando decidí no jugar más pero yo ya quería radicarme definitivamente en Rafaela. A mi cortan en Formosa jugando en la A, y recuerdo que en ese momento tuve tres ofertas para jugar en el TNA en esa misma semana, y entre esas opciones había hablado con Horacio Seguí que estaba en Paraná y yo ya lo había tenido de entrenador. Horacio me llamaba para que vaya con él, pero, como te decía, yo ya no quería ir a ningún otro lado, quería estar en Rafaela, había cumplido un ciclo y ya me proyectaba para generar otra forma para seguir viviendo.
- Te fuiste intacto incluso en lo físico. ¿Los últimos años cómo fueron en ese sentido?
. Muy bien. Nunca tuve lesiones durante temporada, o de articulaciones y eso. Igual ahora a esta edad estoy sufriendo más los problemas de cadera o de rodilla de tanto entrenar. Y cuando fui a jugar al fútbol fue peor... tanto que ahora me dedico a la bici (risas). Acá en Rafaela estoy a diez cuadras del campo, así que agarro la bici y me voy para esos lados. Cuestiones deportivas ya no tiene, que me dejen disfrutarlo más relajado (risas).
En el 2005 consiguió su cuarto y último ascenso, siendo uno de los referentes de La Unión de Formosa.
- ¿Extrañaste algo cuando dejaste de jugar?
. No, nunca. Es más, nunca me pasó esto de querer ir a jugar con veteranos, nunca fui. Al club iba, y a los 2 o 3 años empecé a ser entrenador, pero ganas de cambiarme para jugar un partido ya no tenía. No me pasó eso de extrañar. ¿Sabés qué hacía? Me iba dos veces por semana a jugar al fútbol, que era algo con lo que me había quedado con ganas cuando ya dentro de la carrera de jugador profesional empezás a cuidarte dedicándote al básquet. Todos los miércoles y sábados era número cantado que estaba para el fútbol, eso sí.
- ¿Y hoy cómo te estás manejando en el club?
. A nivel protocolo con todo esto de la pandemia, estoy entrenando chicos entre 14 y 17 años. Con este protocolo podemos tener solamente a seis chicos en cancha, tres veces por semana. Así que estamos adaptando todo eso en el club, desde el ingreso, una silla por chico, todo bastante intenso por seguridad y sin contacto directo porque por ejemplo yo me pongo una máscara para entrenarlos, y ellos pueden estar sin barbijo, dejando su mochila en la silla y yéndose a buscar cada uno una pelota que en ese tiempo es solamente de ellos y no la puede tocar otro, nadie, ni yo ni ningún compañero. Es adaptar después, muchos fundamentos individuales, situaciones de recortes de juego siempre con la pelota, dribbling, simulaciones recortadas de uno contra cero, similares a partidos. Los chicos tienen que estar distanciados a dos metros, todo un par de cuestiones que hay que manejarlas un poquito. Son 50 minutos que entrenamos y después los chicos se retiran con el mismo protocolo, de ir a la silla, buscar su mochila, llevarse sus cosas, volver a ponerse el barbijo y retirarse. Después recién entra el otro grupo. Tratamos de cumplir todo a rajatabla porque sabemos que es una situación complicada y no queremos que pase nada. Pero bueno, creo que tener esta alegría con los chicos dentro de un momento muy raro que vivimos cuando sinceramente ninguno de nosotros estaba preparado para pasar todo esto, aprovechamos la suerte que tenemos de ya tener habilitado el club y disfrutamos un rato. Es una situación dura, por ahí los chicos no están tan enfocados en el virus pero es una distensión para todos y siendo responsables no generamos preocupación.
- ¿Vos seguís con un proyecto de ya hace varios años en Independiente, no?
. Sí, empecé hace diez años en Independiente, y tuve dos ciclos. El primero fue de 8-9 años, dirigiendo cadetes, juveniles, primera, coordinador, armando un proyecto social muy lindo; y después volví este mismo año. En el medio me fui porque me había desgastado un poco de energía. Para que te des una idea, nosotros teníamos en una categoría hasta 36 chicos, donde jugábamos A y B, y coordinarlos a todos, más los que quedaban por ahí, ir a torneos, viajar y demás, fue algo muy intenso. El año pasado estuve dirigiendo a 9 de Julio en el Federativo, y este año había un lugar en Independiente y volví a trabajar. La vida de club es linda, te energiza, estás con jóvenes y todo eso te revitaliza.
- Nosotros venimos de una época donde te ibas a la escuela a la mañana, volvías a tu casa, dejabas las cosas del cole y te metías en el club con los amigos desde el mediodía o la tarde hasta la noche prácticamente, todo el día. ¿Cómo llevaste todo esa parte formadora como persona que te dio el club al proyecto de ahora en Inde?
. Sin dudas que son otras épocas, sí. En San Francisco, cuando era chiquito, vivía a 12 cuadras de El Ceibo, y cuando tenía pelota me iba caminando al club picando la pelota por la avenida, o íbamos en bici con la pelota abajo del brazo. Y mis amigos de esa época siguen siendo mis amigos al día de hoy, de eso no tengas dudas, cosas como esas y todo lo que uno vive y aprende en el club no se pierde nunca. Cuando entro a trabajar en Independiente había un muchacho que es psicólogo deportivo, se habló entonces de hacer un proyecto social que era el proyecto soñado del presidente. Tratamos de generar un evento para los chicos, que lo disfruten más allá de jugar para ganar. Así empezamos a laburar, sacamos la parte competitiva donde cinco entrenan fuerte y los otros por su lado... por eso empezamos a tener reglas generales donde todos juegan... los 12 que van el sábado juegan, y en un par de años acomodamos a los entrenadores que entendieron eso también, incorporamos femenino en el club... y así pasamos de 96 chicos a tener 320 con esa idea. Por eso había te hablaba de todo el laburo que existe en el club. Nosotros más que ir a ganar un partido queríamos generar un evento para los chicos, para que el chico participe y se sienta parte del juego, que entienda las reglas y todo. Tratamos de sacarlo de un combo que para esa edad es negativo y empezamos a transformarlo en posibilidades para los chicos. Un viaje por ejemplo no era ir para salir campeones, sino que lo primordial era ir a disfrutar del viaje, ponerle todos los condimentos a la parte social que se fogonean en el club. Vamos todos, jugamos y participamos todos, después elaboramos el resultado... si ganamos o perdemos lo elaboramos. Y la verdad es que tuvimos suerte, no se nos van los chicos e hicimos un laburo intenso en eso. Nosotros apuntamos el proyecto a no enfocarnos tanto quizá en el partido del sábado, sino hacer un foco más fuerte en el trabajo de la semana, en el sentido que todos entrenen igual y todos tengan la posibilidad. Una vez que logramos transformar a los entrenadores ahí se hizo más fuerte el grupo de trabajo y un día el club explotó, pasando de 140 a 220 chicos en seis meses. A veces tenés chicos que juegan en U15, U17, U19, el sábado van a jugar el Federativo y después vuelven a jugar una fecha atrasada... y esos chicos cuando los tenés un año así los podés perder, porque los fatigas, si no les das respiro hasta puede que no terminen desarrollándose por la exigencia. Entonces vos tenés que dejar que el chico pueda estudiar, estar con los amigos, salir, ordenarlo para que pueda tener horas de básquet y que siga disfrutando ir al club, que no pase a ser una obligación o un trabajo, en esa edad no debería ser así. Son cosas que también vas aprendiendo con la experiencia... después de 15-20 años en esto algo se aprende (risas).
Radicado en Rafaela, actualmente es entrenador del club Independiente de dicha ciudad.
- Hablando de los más chicos, vuelvo a irme atrás en el tiempo con lo que te fue pasando a vos en tu carrera. Cuando saliste de tu ciudad y te fuiste a estudiar a Santa Fe comenzaste tu carrera profesional.
. Claro, ahí juego dos años en Banco Provincial de Santa Fe, el primer año estuvimos en Liga B y descendimos, y ya para el segundo año jugamos lo que sería la tercera categoría. Después de eso el club ya no jugó más, por eso me fui a Unión de Santa Fe que venía de descender de la A, en el 87-88 aproximadamente. Ahí jugamos lo que fue segunda división, que ascendían tres equipos y nosotros salimos cuartos, porque subieron Boca, Olímpico de La Banda e Independiente de Neuquén.
- Boca que fue campeón ese año.
. Exactamente. Nosotros habíamos ganado la zona Norte pero después no pudimos entrar en el hexagonal final. Boca tenía un equipazo e Independiente de Neuquén ni te cuento. De ahí me voy a Córdoba Corrientes y después también hice esa liga cortita en Ituzaingó de Corrientes, los dos en Liga B. Ahí aparece Banco Córdoba, que es el año donde ascendemos a la A y me quedo en aquel equipo que no nos fue bien.
- En el ascenso ese tuvieron la dupla con Sánchez.
. Claro, Sánchez y Corsini. Me acuerdo que en ese plantel con el que logramos el ascenso estaban Pablo Melo; el Caco Colla; Walter Domínguez; el Chino García que fue selección argentina con Vecchio en el equipo con Cocha; después Paul Ortíz, un flaco alto que era un reclutado de esa camada buena que tuvo Echagüe; habíamos arrancado con un extranjero medio desconocido y después en enero/febrero trajeron a Carl Davis. Después del ascenso me quedo en el club para jugar la A, ese año que vino Pichi, que también estaba Diego (Osella), después vino Germán Filloy que creo que no alcanzó a debutar, el Ñato Oroño, el cordobés García que había quedado del año anterior, Fernando Vispo y yo. Horacio Seguí era el técnico. El equipo pintaba para más pero no se cumplieron las expectativas. Tuve suerte de jugar muchos minutos ese año, en una liga larga, así que particularmente estuvo bueno.
- De ahí saltás a Comodoro.
. De ahí me voy a Gimnasia, sí, con Tolca (Enrique Tolcachier). Un lugar muy lindo y fantástico en el que me tocó jugar, la pasé muy bien. Fue el club más al sur que me tocó en mi carrera, porque después yo estuve viviendo mucho en Corrientes que fue el lugar donde me había casado, y después de ahí me voy a Luz y Fuerza. Ese era un equipazo, con Rubén (Magnano), Mati Tomatis, Donald (Jones), Pablito Hoya, Miguel Zandomeni, Gustavo Monella, Lauro Mercado, Fernando Rodríguez... tremendo equipo ese. Con Matías nos conocemos desde chiquitos, los dos somos de San Francisco y tuvimos la suerte de jugar juntos en Posadas. Yo no era un jugador de mercado o ese que siempre era codiciado, porque no era alguien a quien le sobraba las ofertas. Lo que tenía de la A estaba medio dudoso, y termino en Luz y Fuerza porque estaba armando un equipo candidato.
- No es fácil conseguirlo, y tampoco era sencillo que en esa época un jugador identificado quizá con el TNA pueda subir a La Liga y jugar varios años en el máximo nivel.
. No tengas dudas, armar un equipo que sea campeón no es una expresión de deseo. Tenés que estar, laburar, darle para adelante, tener decisión y estar enfocado. Jugué 20 años y ascendí cuatro veces, o sea que son más las veces que las cosas no salieron que en las que afortunadamente sí se pudo dar. No es nada sencillo, es verdad eso. En mi caso me tocó jugar con los equipos que ascendía, porque sino no sé si hubiese logrado jugar todos esos años en la A. Una vez que se ascendía en los clubes se hablaba ya de qué se podía asegurar de la base del ascenso, unos 3-4 jugadores del equipo de la temporada pasada y a partir de ahí agregar un par más para jugar la Liga. Ahí siempre tuve la suerte de poder jugar. De Comodoro me llamaron directamente para jugar en la A, después las demás temporadas en Liga fueron con los equipos en los que se nos fueron dando los ascensos. También te digo que yo no era un jugador de explosión que les llenaba los ojos de luces a todos, sino que creo que era más eficiente para la mirada de un entrenador que para la mirada de los demás o de quienes toman las decisiones. Pasa también por la forma de ser, por personalidad, por el estilo de juego y el físico. Pero, como te decía, nunca fui de esos jugadores a los que le sobraban ofertas.
- De Luz y Fuerza te vas a Central, y de ahí a Rafaela donde me parece que fue tan fuerte lo que vivieron ahí con Ben Hur que incluso hasta te radicaste en la ciudad.
. Claro, después de Posadas me voy dos años a Central Entrerriano. Lo que nos pasó en Ben Hur fue que enseguida todos nos llevamos muy bien dentro de la cancha, había una gran comunión, el equipo jugaba y cumplíamos objetivos. Tuvimos el ascenso y después el equipo duró otros tres años más casi sin retoques, y por momentos nos entendíamos muchísimo en el juego que desplegábamos. Disfrutamos muchísimo esa etapa. Nuestro humor dependía del básquet, entonces como jugábamos bien y nos iba bien estábamos todos contentos cuando nos subíamos al colectivo (risas). Generamos mucha confianza entre todos, en las virtudes que ofrecía cada uno a la hora de jugar, y eso generó muchísima química. Sabíamos que el compañero que estaba al lado daba siempre un poco más, y hasta se le podía pedir un poquito más.
Con el dorsal número 7 en el año del ascenso con Luz y Fuerza de Misiones, dirigido por Rubén Magnano.
- ¿Qué te pasa hoy cuando recordás toda esa etapa?
. Si me preguntas si extraño eso, no. Como que en mi caso siempre fui buscando otras emociones, como que esa época y nuestra edad ya la pasamos. Lo que sí me pasa cuando saco conclusiones es darme cuenta de cómo me gustó haber estado en esos momentos, la posibilidad que me dio el básquet de jugar y disfrutar algo que para uno es una pasión. Jugar en estadios contra 5-6 mil personas, hasta te diría que son experiencias que uno las puede trasladar a la vida normal, llevarlas al trabajo en alguna situación de presión. Entrar a la cancha que te recibían 800 personas que desde arriba te escupían y te decían de todo, y vos tenías que salir a jugar, ganar y después salir de ahí o del hotel... son situaciones de presión de la competencia que a mí me ponen muy contento de haberlas vivido, porque me dejó un montón de cosas que puedo aplicar en muchos otros aspectos de la vida y que son cosas que solamente te las da el deporte. Ser protagonista, en un estadio repleto, jugando definiciones... siempre pienso incluso lo mucho que me habría gustado vivir una final de Liga Nacional porque es lo máximo que existe... me hubiese gustado tener esa vivencia de 10-15 días en los que se viven las finales de la Liga, esos momentos son únicos. Venís avanzando, que cuartos de final, que semifinales y después llegar a una final... creo que fue lo único que me quedó como pendiente y que me hubiera gustado vivir. Después no, extrañar no lo hago, sino que siento muchísima alegría de haber estado en momentos como las que me tocaron, de estar por ejemplo a full en situaciones de ascensos dentro de la segunda categoría, que en mi caso fueron lo máximo de mi carrera. Esas semanas de playoffs, estando a full, totalmente metido y enfocado en cada uno de los partidos y todo lo que pase alrededor... son vivencias incomparables que en otras situaciones no volví a encontrar, creo que por toda la emoción que le pone a eso que uno trae desde tan chiquito. Uno desde muy chiquito generaba esa ilusión de jugar al básquet y soñando en grande, por eso lograrlo fue único y lo máximo para mí. Después todo eso lo podés incluso trasladar a situaciones importantes de la vida cotidiana, para saber cómo resolver ante presiones por ejemplo. También es cierto, como te decía, que hay cosas que no vas a encontrar en otro evento que no sea exclusivamente el deporte. Así pasa que uno tiene un montón de "finales", más en los viajes con el equipo. Cuando fuimos con Ben Hur a jugar en Junín habíamos ido el día anterior a entrenar, y teníamos gente que nos escupía desde la vereda antes de entrar al club... y son situaciones de estrés que te ponen emocionalmente fuerte, que no lo podés creer en ese momento porque parecen reacciones exageradas o cosas de locos, pero que te sirven para hacerte fuerte desde el carácter y saber cómo sortear situaciones complicadas.
- Si de emociones fuertes hablamos, te tocó jugar definiciones en ciudades muy particulares para el básquet... y acá entramos en Rafaela con ese boom de Ben Hur pero también hablando de Córdoba, o de los proyectos en Posadas y Formosa donde todo estaba en pañales pero terminan dando un golpe sobre la mesa con temporadas inolvidables.
. Sí, creo que en el único lugar que quizá no se vivió tanto esa revolución fue con Banco Córdoba. Me acuerdo que en ese momento que ascendimos después de ganarle 84-80 a Echagüe, Atenas estaba jugando semifinales de Liga Nacional y ellos hicieron más ruido. Después, cuando llegamos a Rafaela desde Junín que lo hicimos un lunes entramos con autobomba y las calles colmadas de gente... el "17 de Junio", que era la cancha en la que jugábamos, estaba lleno de hinchas que nos estaban esperando... estuvimos como 2 horas dando la vuelta, la radio de acá lo había sacado a Marcelo (Nicola) que había nacido acá de Ben Hur... fue una cosa impresionante, con los hinchas esperándonos, tocando bocina desde la autopista, con el intendente saliendo a la plaza a saludarnos, nos pusieron las luces que se apagaban cuando salíamos a saludar al estilo NBA... fue increíble. Después, como dijiste, en Posadas y en Formosa se dio la coincidencia de que ambos fueron los primeros equipos de sus respectivas provincias que tomaban nivel nacional, los que al otro día salían en las tapas de los principales diarios del país. También fue todo un boom que se generó ahí, donde fuimos a saludar al Gobernador, donde sos partícipe de un hecho tan importante que ayuda a progresar al básquet local, y eso genera una expectativa sobre el mismo deporte donde más allá de ganar sacás de cierto letargo al básquet en esos lugares. El otro día por ejemplo me llamaron desde Posadas que se cumplieron 25 años del ascenso, y desde esa vez que el equipo subió la provincia no tuvo otro representante en la Liga Nacional, y ahora están esperando que Oberá pueda ascender.
Con Banco Córdoba, en su primera temporada en la elite, junto a Campana, Osella, Riofrío, Oroño, entre otros.
- Te debe pasar de ver planteles con los que ascendiste, ejemplo Luz y Fuerza, Ben Hur o La Unión, y entender que eran grandísimos equipos ya desde los nombres.
. Y van a ser cuadrazos para siempre, para toda la vida. Los nombres que teníamos en los equipos del ascenso de Ben Hur y el de Misiones fueron así, sin dudas. En Formosa fue un poco más un ascenso de ocasión, porque en febrero-marzo vimos la puerta abierta y le metimos para adelante, pero la realidad es que no el equipo no estaba ideado para llegar al ascenso. Recuerdo que en febrero cuando ya se veía que podíamos ascender se aceleró el proyecto de construir la cancha, porque en primera medida el equipo se había armado con la intención de hacerles picar el bichito del deporte en la provincia. Nosotros en ese momento vimos la luz, nos dimos cuenta que teníamos la posibilidad de ascender y le metimos para adelante, estábamos encaminados. A veces tenés partidos o rachas donde sin terminar de ponerte todas las pilas sentís que estás bien, o cuando ganás jugando no tan bien. Entonces entendés que si te enfocas y le das para adelante lo podés lograr, pero tenés que decidirte antes de que lo haga el segundo.
- ¿En qué equipos te sentiste más cómodo jugando?
. El del ascenso en Ben Hur y el de Luz y Fuerza. En Posadas había un par de mentes brillantes, era un equipo súper competitivo con Donald, Lauro Mercado, Miguel Zandomeni... era un equipo inteligente que entendía cuando se necesitaba ser guerrillero y cómo había que jugar cada partido. Nos movíamos bien en ese sentido, en la pelea, tenía mucho talento y gol, y dos locos que venían desde el banco como Mati (Tomatis) y Fernando Rodríguez, más Pablo Hoya... ganamos muchos partidos ese año. Y después en Rafaela, ese año que ascendemos, el equipo era un relojito que jugaba solo. Estábamos todos muy cómodos jugando ahí, tal vez era menos competitivo que el de Luz y Fuerza pero era un equipo muy inteligente y tiempista, porque sabía darle preponderancia a los jugadores del momento, cada uno sabía y entendía dónde estaba la clave del partido, como que tenía un mejor scouting. El equipo no tenía tanta explosión física quizá, pero estaba muy bien en los tiempos en que manejaba todo, era muy consistente. Nos sentíamos muy cómodos en ese ritmo, y así tuvimos dos temporadas estables y largas.
- ¿Y jugadores con los que mejor te entendiste?
. El primero con el que me entendí, y muy bien, fue con el Chivo Casermeiro... el jugador más pícaro y vivo que vi, sabía jugar a engañar, a tener situaciones estratégicas dentro del juego para generar goles o asistencias. Después, el mejor tirador que pude ver en mi vida es el papá de Bruno Barovero, el Nuni, mi compañero en Sportivo Belgrano, dueño de una mano terrible... y también Mario Milanesio... esas dos manos fueron las mejores que vi. Después por supuesto que te encontrás con jugadores con los que armás una pareja y se genera mucha confianza, y ahí te puedo nombrar jugadores muy importantes. Emocionalmente Ale Coronel era el mejor, y después no puedo no nombrarte a la Queca (Storani) y a Mario (Romay). Me gustó mucho también jugar con Nelson Ingles, porque era un jugador totalmente distinto a lo que yo hacía y ese año que jugamos en Gualeguaychú me encantó. Nelson daba cosas muy distintas a las que yo podía dar, y personalmente me gustó mucho esa media cancha que armamos, lo disfruté mucho porque tenía un ímpetu y una capacidad física muy distinta a la mía... eramos distintos pero nos entendimos muy bien. Con la Queca fue algo diferente porque no solo compartíamos cancha, sino que además íbamos a todos los viajes juntos, lo tengo a unas cuadras... lo tengo muchísimo más como un amigo que me dio el básquet que limitarlo solo a lo que nos entendíamos dentro de la cancha como jugador.
Festejando el cuarto ascenso en Formosa con La Unión.
- La última, ¿un técnico?
. Rubén (Magnano). Estaba enfocado en otra cosa, muy distinta a nosotros. Rubén estaba construyendo su camino a los Juegos Olímpicos y nosotros estábamos jugando el TNA, un animal, estaba un par de pasos adelantados. Una vez Ale Coronel me dijo que nosotros no lo supimos aprovechar al máximo, porque no nos habíamos dado cuenta que Rubén estaba en otra cosa y ya era un distinto... no te descubro nada con esto. Venía de una escuela como Atenas que era muy superior a la que habíamos vivido nosotros, y ya estaba enfocado en otra cosa. Eso es tener una cabeza tremenda. Hay cosas que a uno le quedan grabadas más allá de su función como entrenador, y a mí de Rubén me sorprendió la manera que tenía de tratar a todos los jugadores por igual, que quedó en evidencia después cuando estuvo con los grandes jugadores. Es un fenómeno, una gran persona.